08/02/2021
 Actualizado a 08/02/2021
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Claro que sí. Por supuesto que estoy en crisis ¿Pero acaso existe otra forma de vivir? ¿No es la vida una crisis perpetua, una continua búsqueda, una lucha sin cuartel con uno mismo? Vaya tragedias. Cuanto psicoanalista surge alrededor de uno para decirle que no ha superado la infancia. Pues claro que no. Si has sido mediamente feliz, no hay forma de dejarla atrás, solo adaptarse a vivir sin ella, sin la mejor amiga, colmada de la irresponsabilidad, de la inocencia y de horas y más horas para campar por el mundo más preocupado de las ilusiones que crea la propia mente que de la realidad. Anda, eso me suena, pero de otra manera: En la edad adulta las ilusiones son más monstruos que amigos imaginarios y de la realidad mejor no hablar.

Por eso, sí a todo. Estoy fatal. Y peor que me voy a poner en cuanto estrene mi nueva vieja BH California con su manillar cuadrado que seguramente agarre con los dientes como me dice mi entrenador que hay que agarrarlo, aunque lo diga para subir las pendientes más duras y no para andar saltando bordillos. Me temo que dejaré que el brote de infantilismo se apodere completamente de mi ser y, aunque se desgarren las costuras, me pondré la camiseta de Oliver Aton para hacer el cabra todo lo que pueda sobre su sillín de plástico duro, afilado y peligrosamente levantado. Sé que el protector de la barra como mucho me puede salvar de un desgarro pero no evitara que se parta lo que impacte contra el hierro pesado de un cuadro cinco tallas menor del que necesito. Espero no romperme nada de cintura para abajo, pero si me tienen que escayolar un brazo lo luciré como un trofeo, espero que bien pintarrajeado por los amigos. Y cuidado si no trinco la cesta de la bici de paseo de Elena y entro en casa por la ventana con ET en la canastilla.

¡Qué mala crisis! ¡Qué cruel este amigo mío! ¡Qué atrocidad desempolvar sin complejos los recuerdos de aquellos años!
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