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Berlín, Berlín

23/12/2016
 Actualizado a 17/09/2019
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Yo no quiero para mí, ni para los berlineses, ni para nadie este Berlín ahora herido por un largo camión con matrícula polaca decididamente, criminalmente e indiscriminadamentemortal en el céntrico, luminoso, bullicioso mercadillo navideño de Breitscheidplatz. Sus salchichas sin pan y su vino caliente dulce (glühwein) tardarán en perder el muy agrio sabor de la muerte.

Yo no quiero este Berlín de nuevo lleno de miedos como el del infranqueable muro cuyo oscuro atentado terrorista en la noche del lunes 19 supera la docena de muertos y una cincuentena de heridos, atentado parejo al sucedido en Niza el último 14 de julio, motivo que entonces me llevó a mí , visitante en la capital de la canciller Ángela Merkel,a acercarme a la embajada francesa y depositar una oración entre las variadas y múltiples flores o cirios que recordaban tanta vida rota en el país galo.

Yo no soy astuta. Yo soy ajena al triunfo. Yo no soy sabia. Yo soy una española por los cuatro costados así en el campo como en la mina cuyos humildes padres la nombraron heredera del bien, la verdad y el vuelo insistente de los soñadores.

Yo quiero el Berlín con árboles plantados que en julio paseaba por la céntrica, grande y concurrida Alexanderplatz, me fotografiaba frente a una boca de metro, miraba con curiosidad la torre de televisión más alta de la Unión Europea y el reloj mundial. Ese Berlín del Puente de Oberbaum que me acompaña a diario en mi Whatssapp y me permitía hablar con numerosos españoles que allí conviven y algunos dioses triunfantes o arruinados. El que repudia o condena con rotundidad la odiosa figura de Hitler. El que posee casi seguro para siempre la hermosa Puerta de Brandeburgo o la rica Isla de los Museos o el mismo que deleita a los cinéfilos desde 1951 con losprestigiosos osos del Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale).

La mañana declara ante todo sus gélidos límites en las montañas vecinas. Un fríoenemigo del tacto muestra su inhóspito poder en la Antártida. Mientras Raquel Gago llora con desconsuelo en la cárcel de Villahierro. Creo en su inocencia.
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