28/05/2020
 Actualizado a 28/05/2020
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En 1914, el filósofo Henri Bergson, miembro de la Academia de ciencias morales y políticas de Francia, redactó un manifiesto, que fue firmado por todos sus miembros, dónde se decía que «la lucha iniciada contra Alemania es la lucha de la civilización contra la barbarie» y hace hincapié en que «es un sencillo deber científico señalar una regresión al estado salvaje en la brutalidad y en el cinismo de Alemania, en su desprecio por toda justicia y verdad». En Alemania, al poco tiempo, noventa y tres firmantes, entre los que se encontraba Hauptmann, premio Nobel de literatura en 1912, publican una contestación en la que manifiestan que «todo lo publicado por los franceses es mentira, pues Alemania encarna el más absoluto respeto por los derechos humanos y no desea combatir la civilización». Recuerdan que en los cintos de los soldados alemanes está escrito ‘Dios está con nosotros’.

Hace bien poco, treinta y cinco intelectuales españoles, firmaron un manifiesto en el que expresaban su total desacuerdo con la política llevada a cabo por el Gobierno desde el inicio de la crisis sanitaria y aconsejaban al Presidente que dimitiese. Leí la noticia sin darle ninguna importancia; ni me ocupé de mirar quién lo suscribía. Y sigo sin hacerlo. El pasado domingo, un amigo me envió al móvil un enlace de un periódico digital sobre esto y, al acabar de leerlo, si me empecé a preocupar. Venía a decir que «estos miserables, escritores que utilizan la lejía y la cal para afianzar sus ideas..., etc, etc». Cuándo alguien mezcla los elementos blanqueadores de los GAL con un manifiesto, es para preocuparse. Ese mismo amigo me lleva dando la tabarra unos cuantos días diciéndome que «soy de extremo centro», por mi manía de odiar cordialmente a todos los políticos por igual. Según él, si pongo a parir a los partidos del Gobierno, (de izquierdas), y a los de la oposición, (de derechas), significa que soy un pobre tonto que no se quiere mojar. ¡Hombre!, no sé qué decir, cómo no sea que, incluso los partidos de centro, me caen igual de mal que los demás. En el mismo artículo, el periodista afirmaba que «aquí y ahora no hay sitio para Chaves Nogales». Por si alguno lo ignora, este buen hombre, republicano convencido, se exilió en Londres antes de acabar la guerra civil y allí escribió una novela fundamental para comprender nuestra contienda: ‘A Sangre y Fuego’. Chaves Nogales estaba asqueado por toda la violencia inmisericorde que vio en la guerra, en los dos bandos. Llegó a decir que la suicida apuesta de España por los totalitarismos se debía «al miedo de los sectarios al hombre libre e independiente. La causa de la libertad, en España, no tenía defensores».

Estamos llegando, (pero no es de ahora), a un punto de intransigencia y de sectarismo en la política y en nuestros medios de comunicación que llega a ser desolador. No se admite al adversario; se le denigra, se le insulta, se le desprecia, se le odia... No comprendo cómo no entienden que el adversario no es un enemigo; es, simplemente, alguien que no piensa como tú. El suelto que he puesto al inicio de la columna, lo de Bergson, no lo hago por quedar como un tipoleído y encantando de conocerse. Intentaba que vieseis como dos tipos de gran repercusión en la cultura europea del siglo XX, abandonan todo atisbo de moderación para defender unas posturas que, en el fondo, seguro que desprecian, (la barbarie de la guerra, la muerte de inocentes), por un detalle tan estúpido como es haber nacido en un país que está en guerra contra el otro.

No amigo mío; no soy de ningún lado. Sólo querría que se me respetase como uno respeta siempre las opiniones de los demás, aunque piense que están equivocadas. En todo caso, sería problema del otro rectificar. Pero si no lo hace, pues, chico, allá él, que ya somos todos mayores. Me gustaría que la gente se respetase, simplemente eso. No creo que pida nada tan extraño. Me parece que es lamentable que tenga que recordaros esto, ya que un servidor no vota y la inmensa mayoría de mis diez lectores sí. Cuándo uno entra en el juego perverso de la democracia, tiene que tener el espíritu deportivo de aceptar el resultado de las elecciones. Si se empieza a poner en cuestión esta cuestión, apaga y se acabó.

Me molesta profundamente, además, que se pueda insultar gratuitamente a alguien a quién no conoces. Que alguien estigmatice con los habituales ‘facha’ o ‘rojo de mierda’ a un tipo que ha tenido la mala idea de poner su pensamiento en las redes sociales, (¡que ya le vale!), es inaudito. Uno pensaba que, en este país, funcionaba la libertad de expresión. Pues no. ¡Si es que uno, al final, es un primaveras, un tonto, porque piensa y dice tonterías!
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