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Bercianos de hoy

24/03/2019
 Actualizado a 10/09/2019
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Los bercianos llevamos muchos años viviendo bajo un discurso tan respetable como baldío. Me refiero a la constante lamentación por las minas de carbón que se cerraron, por la gente que se marchó de sus pueblos y villas o por el mal uso que se hizo de los fondos Miner, o Feder, o Federer, qué se yo. También hartos los bercianos de que no se quieran instalar empresas multinacionales en el romántico valle del Sil.

Por eso han dicho basta, lo están diciendo. Con los hechos, que es lo que cuenta. Cada vez más bercianos están del lado de la innovación, de la búsqueda, de la muy legítima ambición. Han dicho basta y han lanzado al hermoso desván de la literatura todo ese mundo de las novelas de la hulla, de los poemas de la antracita, de los cuentos de la Ciudad del Dólar y de muchos otros sentimientos tan honorables como inútiles para sacar adelante a la pequeña región. Sin que eso signifique fomentar el olvido, dejar atrás la memoria. Todo lo contrario: como mejor se honra lo que el Bierzo fue es construyendo el nuevo. Con no menos esfuerzo ahora, con no menos dificultad. Aunque esparcida en empeños más reducidos, modernos y entusiastas.

La historia del Bierzo es muy hermosa. Tanto la antigua como la reciente. Original, intensa, mítica, un completo tesoro. Pero ese mundo no existe ni se le espera en el presente civil, industrial y mercantil. Por eso los bercianos más capacitados han dicho basta, y se han puesto a trabajar. A inventar el otro Bierzo. Ellos y todos. Y tanto ellos como todos, convencidos de que poco hay que esperar de las autoridades y sus promesas.

Porque la vida sucede ahora, no en 2030. Así que los bercianos, los que arriesgan y sueñan, los que también saben que eso del vino, las Médulas, las casas rurales y el camino de Santiago es tan estupendo como insuficiente, han empezado a cumplir su vocación mecánica. A ser emprendedores de verdad. A veces, claro, estas iniciativas también implican a gentes de fuera. Pero la fuerza motriz es berciana, del país nuestro. De ahí que los polígonos industriales empiecen a revitalizarse poco a poco, en muchos casos gracias a gentes que salieron de la nada y que ahora están en la vanguardia en procesos fabriles sofisticados. Y por eso empezamos a ser todos un poco optimistas. El Bierzo tiene alma industrial, esa es la gran impronta que nos dejó el siglo del carbón y del hierro. Ese ya es nuestro líquido amniótico. Está naciendo, ya se empieza a ver, el nuevo Bierzo. Orgulloso y técnico. Arraigado y universal.
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