Benedicta y la esperanza

28/01/2020
 Actualizado a 28/01/2020
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Tenía todo para permanecer a oscuras, enroscada en una habitación sin gravedad ni tiempos ni decorados conjuntados, parada en la nada, desde el camino al territorio de nadie. Benedicta hacía su vida sin miedos, con el pasado asumido en cada arruga mientras desenredaba su moño nevado al mirar por la ventana a ese espesor de vida que ofrece la tierra tocada por el sol. Supera los 80 sin bastones para el recuerdo, que sigue vivo desde allí, pasado el charlo, cuando Río de Janeiro escribió su historia. Pinta canas sin sostenes, salvajes, porque no es el momento de atar nada, cuando entregó todo por la libertad. No le servía atarse a un bar cuando sus padres se la llevaron a Brasil. Sus inquietudes y una amistad argentina la encajaron en una librería, un mundo más cercano a las inquietudes de una mujer conquistada por las imágenes. Cuando las pupilas lo colocan todo tras un obturador, no queda otra que mirar a través de una cámara y eso hizo. Benedicta fue fotógrafa más de 15 años en territorio brasileño, para salvaguardar su objetivo de una vida destronada, en la que el amor dolía a cada bofetada. En el 72 decidió volver a buscar la libertad y separó su camino de aquel malentendido anillo que abrazaba su dedo corazón. Y Galicia le esperaba para acunarla de nuevo desde su montaña. Allí se rendía Benedicta a la vida que a veces no escogió, pero estaba destinada a encender las luces y lo hizo a lo grande. Sin sentir que disparaba el último cartucho, Benedicta se dejó ser actriz ‘marioneta’, como dice, con la baba regando el deseo de estar detrás de la cámara y no delante. ‘O que arde’ habla de lo propio desde el rural, de destapar lo que late, de la esperanza verde y de la necesidad de despertar de la ceguera y el despertar tiene premio de cine. Veo Benedictas con Goyas por descubrir desde una comarca bercianailuminada, donde aún quedan ojos destinados a hacer lo propio, volver a mirarse.
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