Beethoven merece un homenaje así

Jonas Kaufman protagoniza ‘Fidelio’, única ópera del genio aleman que este jueves exhibe Cines Van Gogh

Javier Heras
22/04/2021
 Actualizado a 22/04/2021
El tenor más famoso del mundo, Jonas Kaufmann, en la representación de la ópera ‘Fidelio’. | MONIKA RITTERSHAUS
El tenor más famoso del mundo, Jonas Kaufmann, en la representación de la ópera ‘Fidelio’. | MONIKA RITTERSHAUS
El año pasado se cumplía el 250 aniversario del nacimiento de Ludwig Van Beethoven (1770-1827). Los teatros y orquestas de todo el mundo preparaban ciclos, certámenes, conciertos y exposiciones, pero la pandemia impidió que se llevasen a cabo. Cines Van Gogh se quita la espina este jueves a las 19:30 horas con la retransmisión de ‘Fidelio’, única ópera del compositor de Bonn. Será desde el Festival de Salzburgo, en una grabación del impresionante montaje que en 2015 protagonizó Jonas Kaufmann.

El tenor de Múnich no parece tener techo. Su mera presencia agota entradas, aunque ni siquiera comparezca en todo el primer acto. Porque el personaje principal de esta obra no es Florestán, el preso político, sino su esposa, la tenaz Leonora, que se infiltra en la cárcel disfrazada de hombre y bajo el nombre de Fidelio para rescatarlo (aquí la encarna la canadiense Adrianne Pieczonka). No en vano, su autor le puso a esta oda al matrimonio el subtítulo ‘O el amor conyugal’. El valor y la fuerza de voluntad de la mujer se subrayan con acompañamiento de trompas, instrumento reservado a los reyes y héroes.

Si tanto el elenco como la orquesta Filarmónica de Viena despertaron ovaciones, más controvertido fue el enfoque del director de escena. El alemán Claus Guth tiene fama de provocador. Licenciado en filosofía, suele ahondar en la psique de los personajes y «descubrir» en los libretos significados ocultos. En el festival austriaco, casi su segunda casa, ya había convertido a Don Giovanni en un heroinómano en 2008. Y para Fidelio tomó una decisión: eliminar sus diálogos. Como en la zarzuela, el género del singspiel combina el canto y la conversación hablada, pero aquí oímos en su lugar sonidos de ultratumba de una instalación de Torsten Ottersberg. El escenario, austero y nihilista (con un monolito negro giratorio), sugiere una prisión interior: la mente del encarcelado, sus propios miedos y pasiones. Todo un thriller psicológico.

Con ‘Fidelio’, Beethoven se adelantó décadas al romanticismo alemán con un desarrollo fluido, propio del cine, y una orquesta para la que duplicó el número de integrantes: de los 40 miembros de Mozart a más de 70. Esto favoreció su estilo, basado en la variación de los mismos temas con diferentes sonoridades y dinámicas.

Si Wagner lo consideraba «el padre del drama musical» se debe a que en él no hay arias efectistas que aspiren a la belleza per se: todo está al servicio de las ideas. Las voces actúan como un instrumento más. Aun así, encontramos números imborrables como el celestial cuarteto ‘Mir ist so wunderbar’, el canon perfecto; o el coro de los reclusos, que salen de sus celdas y avanzan a tientas con un motivo ascendente de la orquesta que parece una mano tendida. En ese instante Beethoven trasciende la música, crea un símbolo universal. Leonard Bernstein dijo que tenía «teléfono directo con Dios».

Aun así, ‘Fidelio’ le costó una década de quebraderos de cabeza. Para una vez que encontró un libreto de su agrado (traducido al alemán por Josef Sonnleithner a partir del original francés de Bouilly, sobre un hecho real), tuvo mala suerte en su estreno. Fue en 1805 en Viena, con el título de ‘Leonore’. El ejército napoleónico había invadido Austria, y el público lo formaban soldados franceses que no entendían nada. Apenas duró tres funciones. Tampoco le iría mejor en 1806, ya condensada en dos actos. Solo a la tercera, más concisa, fue la vencida, en 1814.

Sumido en una crisis existencial por su sordera, el músico se abrazó a los ideales revolucionarios: la justicia, la búsqueda de la verdad, el sacrificio. Convicciones del primer autor de la historia que se definió como tal, y que escribió no sobre lo que le ordenaban, sino sobre lo que sentía. Hoy ‘Fidelio’ conserva la fuerza de un manifiesto atemporal de hermandad. De hecho, al final de la II Guerra Mundial, muchos teatros reabrieron con ella.
Lo más leído