26/04/2022
 Actualizado a 26/04/2022
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Últimamente, en diferentes conversaciones con mujeres de entre cuarenta y cincuenta años, he apreciado quejas normalizadas –por la pareja o la no pareja, por el trabajo…– que delatan ingenuidad o la presencia de elementos tóxicos –de personas cercanas, de una cultura asfixiante o de una sociedad «demasiado» alejada de ellas– que me han recordado ese gran libro ‘Mujeres que corren con lobos’ de Clarissa Pinkola Estés –cantadora, guardiana de los antiguos cuentos de tradición latinoamericana–, y más concretamente el cuento de Barba azul, el depredador al acecho de la psique que «aísla a la mujer de su naturaleza instintiva».

La hermana menor, a pesar de su inicial reticencia, y la de sus otras dos hermanas, acepta casarse con Barba azul, el asesino de sus anteriores mujeres. Pero, ¿cómo podemos interpretar este cuento? Quizás, como una buena medicina del alma que ayude a cualquier mujer (recuerden que hablamos del arquetipo de la Mujer Salvaje, la guardiana de los tesoros ocultos) a espiar al depredador de su propia psique, reconocer su presencia y librar la necesaria batalla contra él; sobre todo, la batalla del saber. Porque, en palabras de Pinkola, «prohibir a una mujer la utilización de la llave del conocimiento consciente de sí misma equivale a despojarle de su naturaleza intuitiva». Atrapadas por el depredador, la mujer se muestra apagada y, aunque a veces esté llena de ideas, padece una fuerte anemia y cada vez le cuesta más ponerlas en práctica.

El cuento de Barba azul nos muestra la tarea a llevar a cabo y nos da instrucciones muy claras: «Localizar los cuerpos –los efectos destructivos del depredador–, seguir los instintos, contemplar lo que se tenga que contemplar, echar mano del músculo psíquico y acabar con la fuerza destructora».

Lean el cuento, déjense llevar por Clarissa Pinkola Estés.

Y es que en toda mujer hay fuerzas poderosas por descubrir…
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