05/02/2023
 Actualizado a 05/02/2023
Guardar
En Centroamérica las bandas son todo un contrapoder. Así es que El Salvador, uno de los países más dañados por la omnipresencia de esas multitudinarias asociaciones criminales, ha iniciado una ofensiva para neutralizarlas de intensidad inédita y difícil encaje jurídico de la que se están haciendo eco todos lo medios internacionales. En España se discute si son un verdadero problema de seguridad ciudadana o una anécdota, pero es innegable que hay algún barrio de Madrid donde aquellas, replicadas o satelitales del otro lado del Atlántico, tienen acogotados a los vecinos desde la puesta de sol. En León, por ahora, no campan, si uno se fía de la nómina de intervenciones policiales que todos los días se reporta en prensa. Lo cual no quita para que puñados de chavales parezcan miembros de algún grupúsculo delincuente.

Me explicaré con una imagen. Cuatro, cinco o seis jóvenes de entre quince y veinte años vestidos de negro con ropa deportiva estrecha y prendas de abrigo The North Face también negras con el logo blanco del tamaño de una galleta María. Los pelos cortos, rasurados en el cuello, algunos degradados, algunos flequillos con cuerpo. Difícil verlos sonreír, pero sí reírse. Se mueven como colectivo, no como individuos, mayoritariamente formado por hombres pero también puede ir alguna mujer. Se juntan en lugares de encuentro como Santo Domingo y luego acuden a algún bar corriente pero suficientemente grande como el antiguo Mr. Pib, donde beberán cerveza o latas de Monster Energy, armarán bulla, saciarán el hambre los que puedan pagar la hamburguesoncia y jugarán a la tragaperras aquellos que tengan efectivo de sobra para una partida larga. Recuerdan a los protagonistas de los clips de Justice, el grupo de electrónica francés cuyos vídeos son auténticas incursiones callejeras de una manada de personajes salidos de los arrabales parisinas, cuyo logotipo es un ataúd con forma de cruz o T enorme en toda la espalda de la cazadora. Turbador sería encontrarse a una pandilla con esa actitud por la desolada vía de la Feve, avanzando desde Las Ventas al centro, cubriendo todo el ancho del cauce.

Pero no quiero dar ideas, que luego tienen ustedes pesadillas. Y, además, no deben hacerme mucho caso, que también me sucede que cuando voy a una ferretería grande, de esas bien puestas como la Hispanoamericana, los ferreteros me parecen familia de los Soprano. Detentan la misma dignidad un poco soberbia y el mismo conocimiento profundo de la marca Makita, y siempre tienen la caja atendida por una mujer. Quizá se me están poniendo ojos de padre, conservadores a lo Juan Manuel de Prada, pero por lo menos lo reconozco. Y también reconozco que uso una North Face negra desde que tenía diecinueve años, aunque fui listo y le oculté el logo con rotulador negro para que no me etiquetasen.
Lo más leído