Bañándose en la mierda

Es costumbre en toda Europa, por supuesto en España, y nuestra provincia no es una excepción. Algunos de los más grandes empresarios del país, vestidos con finísimos trajes y ensortijados de marionetas a su alrededor, que tienen paniaguados a políticos de toda ralea, que se perfuman con las más exquisitas de las esencias y fragancias que el hombre ha creado, hacen, en cambio, negocios que apestan. Entiéndase el término en un sentido estrictamente empresarial, es decir con el significado más estricto de la palabra y no al que pudiéramos entender como figurado. Vamos, que no es que ellos huelan precisamente mal, que vete tú a saber, sino que obtienen de la mierda que todos generamos algunos de sus ingresos más significativos. Almacenar la basura en lugar público, plaza obsequiada por los gestores políticos tras rifa provincial, se ha convertido desde hace algunos años en un magnífico negocio en todas y cada una de las provincias de España. La nuestra, por ejemplo, lleva pagando por la gestión de esa mierda cientos de millones, y ahora resulta que la entidad empresarial que explota el servicio nos reclama en torno a 50 millones de euros, que parece ser que es lo que se les adeuda, contando con los intereses de demora por el tardo pago. Ningún gestor de lo público asumirá por tal impago o retraso indebido responsabilidad alguna y rápido encontrarán a quien culpabilizar del daño causado a las arcas públicas. Como les decía al principio, otro baño de mierda. Cada vez que se revuelcan en la basura a nosotros nos cuesta un riñón y a ellos les genera un aumento en su cuenta de resultados. Bien estaría que dijéramos basta ya y también que asumiéramos nuestra parte, dejando de comprar nada que implique generar cada vez mayor cantidad de basura de lo que realmente usamos como alimento, bien o servicio. En nuestra mano está reducir las ingentes cantidades de basura generada cada día. De no hacerlo, nosotros también acabaremos revolcados en la mierda, pero pagaremos por ello en lugar de cobrar.