Balbino de la Calzada, la casa de las 4.000 historias

Balbino de la Calzada no fue agricultor sino director de un histórico hotel de la ciudad, el Riosol. Pero este leonés de Sosas del Cumbral sí sabe lo que es el campo, la agricultura, la ganadería, la vida y sus aperos... y los cuida y conserva en su casa de la Cepeda. Más de 4.000 piezas "para que los más jóvenes nunca se olviden de dónde vienen"

Fulgencio Fernández
15/08/2021
 Actualizado a 15/08/2021
Balbino de la Calzada Bardón delante de un buen número de los aperos de trabajo en el campo y las cuidadas ruedas de los carros. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
Balbino de la Calzada Bardón delante de un buen número de los aperos de trabajo en el campo y las cuidadas ruedas de los carros. | REPORTAJE GRÁFICO: MAURICIO PEÑA
Todo empezó con una colección de copas de orujo, «de aquellas antiguas», tal vez algo relacionado con el oficio de Balbino de la Calzada Bardón, durante muchos años y hasta su jubilación director de uno de los hoteles más conocidos de la ciudad: El Riosol. «Desde luego no eres de León si no has estado en una boda en el Riosol... o en uno de aquellos bailes en la pista, que había que bajar las escaleras, entonces venían mozos y mozas de toda la provincia».

Hoy pertenece a una cadena hotelera y Balbino de la Calzada se ha jubilado y le dedica buena parte de su tiempo a ‘completar’ aquella colección que comenzó con unas copas de orujo «de aquellas antiguas», que es la frase que más se repite a lo largodel recorrido por su casa de Zacos hecha museo.- ¿Cuántas piezas habrá?- No las he contado, ni siquiera cuando me paso días y días limpiándolas, una por una, pero seguramente son más de cuatro mil.Parece un trabajo ‘duro’ eso de ir limpiando pieza a pieza, pero Balbino de la Calzada lo convierte en un nostálgico viaje al pasado, a la infancia, a su pueblo... «detrás de cada pieza hay una historia, una persona, un familiar, una anécdota, un trabajo, un oficio... Es muy gratificante y creo que es uno de los motivos, o el principal, de hacer esta colección, que los más jóvenes no olviden de dónde venimos, quiénes han sido sus padres y abuelos, a qué se han dedicado, que herramientas utilizaban. Muchos, como dicen ellos, alucinan cuando las ven, no se pueden imaginar para qué servían». Recuerda el coleccionista que después de aquellas copas de orujo fueron llegando piezas y piezas. «Primero recogí todas las que había en casa de mi padre, en Omaña. Después en las casas de mis tíos, que eran unos cuantos; con el tiempo los compañeros de trabajo empezaron a traerme lo que tenían por casa, no hace mucho uno de ellos, Bernardo, me cargó el coche de aperos... en fin».— ¿No compraste nada?— Prácticamente nada. Que yo recuerde una sierra que no encontraba y una romana que pesa onzas y libras, poco más.Y va, como decía, desgranando las historias que encierra cada pieza. Cuatro mil historias en varias estancias de la casa que ha ido ampliando «en la parte de museo» y, añade, «me sigue haciendo falta una nave en la que me entren cosas más grandes, como carros y cosas así, que tengo ruedas de diversos tipos pero lucen más en el carro, como debe de ser».Recuerdos en muchos casos familiares. «Ese esel azucarero que le regalaron a mi madre al casarse; este mortero fue a Buenos Aires con un pariente y con el tiempo regresó, me hizo ilusión recuperarlo; estos pañales tan bonitos son típicos de La Cepeda, se los regaló la segunda madrastra de mi suegra a mi suegra o esta manta con un nombre, Ceferino Bardón, que era mi bisabuelo...».- Bardón es apellido omañés y también De la Calzada.- Y yo lo soy, de Sosas del Cumbral, los De la Calzada son allí muy nombrados.Allí nació y pasó su infancia hasta «que me mandaron al Seminario»; y allí regresaba y conoció bien los oficios cuyos aperos ahora colecciona en su casa cepedana. «Que no toco de oído. Se bien lo que es el campo y la vida de las familias. Ya era director del Riosol y en la época de la hierba marchaba para Sosas a las doce, mientras casi todo el pueblo dormíala siesta yo iba a segar, hasta las seis de la tarde, que me pegaba una ducha y otra vez al hotel, a trabajar».

Lo dicho. En cada pieza... una historia. En la casa.... 4000 historias.
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