29/05/2022
 Actualizado a 29/05/2022
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«Entornó la puerta de junio para asomarse. No se sintió con fuerzas para cruzar el umbral y esperar al verano que vio a lo lejos. Simplemente, dejó el hatillo sobre el banco de piedra que hay a la puerta de todos los junios, recostó la vida y… allí mismo se hizo ciudadano del aire».

Me disculpo por usar mis propias palabras de hace un año por estas fechas para despedir entre aire, pan y amapolas, a un hombre bueno: Toño Morala. Al Poeta que más habló de pan y de trigo. De inocencia e infancias. De amapolas y tierra. De calma. No he podido evitarlo porque, al ver la fotografía de la puerta entornada que acompañará esta columna en su formato de papel, se me juntó el junio pasado con el triste presente. En la imagen, un ángel pequeñito entreabre un portón azul desgastado, lo justo para meter la cabeza y asomarse a la oscuridad interior. No hay banco de piedra porque no está cansado, ni lleva hatillo porque no tuvo tiempo de amontonar vida y colgarla a la espalda. Aparece descalzo sobre un suelo empedrado; tampoco necesitó los zapatos de trotear mundos y tropezar con piedras, porque apenas recorrió caminos con sus curvas y cuestas.

Me pregunto qué habrá pensado el Poeta al ver aparecer una bandada de niños descalzos, diecinueve para ser exactos, revoloteando y metiendo ruido en el aire, con sus dos profesoras intentando acallarlos. Lo imagino saludándolos con sus propios versos «…habéis dejado las casas vacías y los zapatos ordenados debajo de la cama…». En realidad, no le preocupa cómo dejaron los zapatos, bien sabe él que habrán quedado esparcidos entre juguetes y cuadernos. Sólo disimula su desconcierto y tristeza por verlos allí y esconde el temor de haber sido él quien dejó el portón entreabierto. Y al saber lo ocurrido, imagino el enfado que tendrá consigo mismo por no haber dejado inventadas en algún verso las balas de algodón, para casos de estos.

Por mucho que se repita, cuesta entender lo ocurrido hasta que van dando datos y descubres detrás otra historia de acosadores y acosado, durante años. Quien mató no fue el joven de dieciocho años, fue el niño convertido en motivo de burla por su tartamudeo y mal aspecto, a causa de la difícil situación económica de su familia. Cuánto sufrimiento puede almacenar un niño dentro para, el mismo día que la edad le convierte en ‘adulto’, comprar dos armas y echar fuera su rabia matando y muriendo. Aunque todo hace sospechar que él llevaba tiempo sintiéndose muerto. Otra víctima provocando otra matanza, en un país donde la venta de armas está por encima de la vida de nadie. Los que critican la masacre que está sufriendo Europa, aferrándose al poder enfermizo, a costa de vidas ajenas. Otra variante de llamarse Putin.

Asfixia que, en un mismo telediario, a esta noticia le sumen la retahíla de agresiones sexuales en manada ocurridas en sólo trece días, algunas de ellas con agresores y víctimas menores de edad. Niñas de doce y trece años. Es difícil de digerir lo que está ocurriendo, para los que vivimos una infancia en la que no tuvimos más función que ser niños. Desespera tener que recurrir a las ‘Mil y Pico Citas para la Muerte y Ningún Poema para la Vida’ del Poeta, para hablar de matanzas de niños.

El miércoles se cumplirá un año del vuelo de nuestro adorado Toño Morala, el poeta leonés que, con sus letras, inventó soluciones a los males que estamos sufriendo. Convirtió los surcos en olas de tierra, para recoger mares de pan. Ese bien que esta guerra tan sucia está poniendo en peligro, amenazando con el desabastecimiento del cereal necesario para el pan de los hombres. Dejó dicho, por si los necios quisieran tenerlo en cuenta, que «en el portalón todavía se puede ver el arado romano y las vertederas del mar del pan», por si quisieran echar mano de ello y empezar a sembrar paz en los surcos de Europa. Y si no dejó inventadas balas de algodón, para que los niños sólo mueran de risa si les alcanza un disparo, sería porque su mente fue incapaz de rozar tales masacres. Hoy, seguro que nos deja prestadas sus Mil y pico citas para la Muerte, viendo que no tenemos remedio, pero seguro que ha modificó ese título, inventando un Poema para la Vida, que hará llegar a esos padres huérfanos, como Toño lo hacía, con la voz de serenar almas.

Es fácil para los leoneses imaginarlo haciendo su propio Ágora infantil, con los pequeños y sus maestras sentados en la escalinata, no sé si de piedra o de aire, y oír cómo cuenta que nosotros a su edad tuvimos menos peligros y «éramos tan inmensamente niños que la inocencia jugaba a la comba con nosotros». Y seguirá recitando hasta tenerlos dormidos para que no sientan miedo «… y las hadas volvieron a sus cuentos… y los pájaros huidos retomaron sus paseos por el cielo». Seguro que, a golpe de verso, ya les ha convertido en un sueño de pájaros, organizó una excursión secreta y les ha puesto a volar sobre los trigales de su pueblo. Porque allá donde esté Toño, hay amapolas y un Mar de trigo.

Si esos padres supieran… cuánta calma les llegaría.
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