Bajando estrellas

22/12/2020
 Actualizado a 22/12/2020
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Estaba colocando la escalera desde la dulzura de un viaje que me regalóMiriam García Pascual y sentí que de verdad podía bajar una estrella. Desde Yosemite a la Patagonia dejándose los dedos en una pared repleta de sueños encauzados en grados de escalada. Cada baile por la roca se enlazaba entre poemas, rendiciones, peleas y victorias, a los que la escaladora puso palabras desde una historia que parece imposible siquiera contar. Un peldaño que no pesa subir mientras la luna sonrie a labio descubiertoy que acerca a esas luces navideñas que este año coquetean más allá de los balcones como hilo conductor de algo que encaja. Polvo de estrellas que se cuela por las mascarillas al mirar como el alto del Pajariel conquista el cielo de Ponferrada con sus bombillas trenzadas en un aplauso romántico que este año necesitábamos. Las estrellas se multiplican rápido, y se ofrecen a mitigar el llanto que dejan reposar al tocar tierra. Demasiada estrella joven, la muñeca rubia del algodón de azúcar, el hombre bueno que repartía lotería, el médico con alas de ángel que llevaba escondido que sabía volar... A veces enmudece tanta luz, otras, acongoja y algunas, se saborea. En esas estaba cuando la noche berciana vino a sumar un lucero puesto al fuego que comenzaba a echar brazos al cocer hasta desbordar el molde. Samuel Naveira dibujaba en su cocina astros inconcebibles que solo el paladar puede explicar. Platos que saben a brillo, a querer ser, salpimentados de maestros y cuajados a fuego lento, bajo una capa de saber hacer conquistado. Su Mu-na abrió la puerta del cielo en la oscuridad berciana con una estrella. Postre con guinda que dio un vuelco a la sensación de ahogo de una comarca que había soltado todos los globos como ofrenda a un cielo descolocado. Hoy hay conjunción de planetas. Abrazados también lo celebran. Ha nacido otra estrella.

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