"Azcárate es una referencia histórica, moral y política positiva"

El profesor Francisco M. Balado presenta este martes la biografía de este ilustre leonés

David Rubio
02/11/2021
 Actualizado a 02/11/2021
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El leonés Gumersindo de Azcárate fue, sin duda, uno de los políticos más importantes y reconocidos de España, un referente moral y ético, excelente trabajador con sentido de entrega a lo público. El profesor Francisco M. Balado Insunza le dedicó su tesis y de ella ha nacido el libro ‘Gumersindo de Azcárate. Una biografía política’ que hoy presenta (a las 20 horas) en la Fundación Sierra Pambley, acompañado de los profesores e historiadores Francisco Carantoña y Susana Sueiro.

– ¿Con qué objetivos nace este libro?
–El libro es el resultado parcial de mi tesis doctoral que trata de analizar e interpretar la historia política española contemporánea desde el Sexenio (1868-1874) hasta la Guerra Civil (1936-1939) como un tiempo de grandes transformaciones económicas y sociales a las que la política dio una respuesta desigual.

–¿Y encontró en Azcárate es un buen hilo conductor para esta idea?
–Realizo este análisis utilizando la trayectoria de personajes que, como Gumersindo de Azcárate (1840-1917) y en un proyecto posterior el asturiano Melquíades Álvarez (1864-1936), aparecen como referencias permanentes en espacios sociales y políticos liberales avanzados, de progreso, de proyección democrática.

–Su influencia o ejemplo abarcó numerosos campos.
–Azcárate representa en el mundo de la publicística (es autor de cerca de doscientos textos en forma de libros, artículos, capítulos de libros, de revistas o discursos e intervenciones en foros, ateneos, academias...) en el de la docencia (fue catedrático de la U. Central y fundador de la Institución Libre de Enseñanza); en el del derecho (jurisconsulto de gran trayectoria como árbitro, consultor de instituciones como la Embajada británica en España durante treinta años y miembro de las Reales Academias como la de Jurisprudencia y Legislación y la de la Ciencias Morales y Políticas); en la política de partido (representante de posiciones avanzadas en el campo monárquico al inicio de su vida política, pasó al republicanismo y participó en todas sus evoluciones del final del siglo XIX y principios del XX: uniones, fusiones... hasta ser la referencia moral del partido reformista, propuesta accidentalista en cuanto a la forma de gobierno, ya en los últimos años de su vida); en el parlamento .

–En el Parlamento representando a León.
– Fue diputado porLeón desde 1886 hasta 1916 de forma casi ininterrumpida (excepto entre 1896 y 1898)con una presencia diaria en las Cortes y un papel, siempre desde la minoría parlamentaria republicana o, reformista, pero proponiendo constantes reformas legislativas (bases del procedimiento administrativo español moderno, contra el abuso en los contratos de préstamo bancario, por poner dos ejemplos concretos, o en mejoras y cambios en ámbitos sociales, electorales o económicos)acordando, transaccionando, tratando de aportar soluciones y cambios en diferentes aspectos de la realidad social de su tiempo y realizando un papel de control al gobierno permanente, rigurosos y ejemplar, denunciando abusos, ilegalidades y corrupciones.

–Parece un político ejemplar.
–Se puede resumir su actividad en una palabra, ennobleciendo el papel del político y del parlamentario, papel que completaba desde la tribuna del parlamento con discursos de gran profundidad política. Y en la vida social (promotor, socio o colaborador de infinidad de entidades y proyectos de carácter social entre los que destaca su papel como presidente del Instituto de Reformas Sociales desde su creación en 1903 y hasta su fallecimiento). Y todo eso, sin olvidar nunca su tierra, León, de la que siempre se ocupó y a la que regresaba todos los años en verano, a la casa familiar de Villimer, en Navidades y siempre, al final de cada mandato, a rendir cuentas de su acción política, a sus paisanos. Prueba de su atención y amor por su tierra fue su papel como fundador, permanente colaborador y presidente en los tres últimos años de su vida, de la Fundación Sierra Pambley.

–¿Cómo trasladó esta actividad política ‘personal’ a la época que trataba de analizar?
–Esta actividad frenética, multidisciplinar, le convierte en un personaje muy interesante para ser la guía de ese tiempo porque nos permite suinterpretación desde un plano más objetivo (nunca fue gobiernopero colaboró con todos y a todos criticaba con dureza cuando era menester) y con gran proyección temporal. Son cincuenta años de vida pública, protagonista, testigo, analista o espectador de momentos clave de ese periodo y por todo ello una figura que nos permite hacer esa lectura cultural y política que engloba todas o, prácticamente, todas las facetas de la vida pública, más allá de las coyunturas concretas, ver más las continuidades y las rupturas entre periodos, las evoluciones políticas y su respuesta ante los desafíos del momento que Azcárate llamaba «cuestiones», especialmente la religiosa (no era católico pero tenía un gran sentido religioso), la social (preocupado desde sus inicios por este problema y por la incorporación del mundo obrero al debate político), la territorial (partidario de la autonomía regional y local dentro de una nación unida) y, como suma de todas ellas, la cuestión política (tolerante, dialogante, firme defensor de sus convicciones morales y políticas desde el respeto al contrario y a las mayorías). En definitiva, un hombre con profundo sentido democrático de la política y de la sociedad en un tiempo en el que esos valores no eran, desde luego, los que lo definían. Un actor y testigo fidedigno de su época, que nos permite conocer mejor y desde una perspectiva global, un tiempo apasionante de la historia de León y de España.

– ¿Qué facetas del protagonista desconocía y ha podido descubrir gracias a esta investigación?
–Desde luego me ha permitido tener una visión de ese tiempo histórico más global, más integral. Desde esa perspectiva, la utilización de la biografía como recurso para historiar un tiempo como éste, creo que ha sido un acierto. Naturalmente hay que elegir bien a los personajes y, en este caso, ha sido una experiencia muy interesante como investigador porque creo haber reconstruido, con esa perspectiva global, la trayectoria vital de un hombre absolutamente fascinante que ha encajado muy bien como eje del discurso que pretendía. Quizás, si la visión hubiese sido compartimentada o parcial, hubiese resultado más plana y menos interesante. Ese es, creo yo, el gran valor del protagonista que, al final lo es de su tiempo, al que caracteriza, porque, en este caso, era un hombre de su época, pero con una dimensión global que, además, lo hace trascender de la misma.La idea era dar de Azcárate una visión de personaje histórico de relevancia como hilo conductor de una época decisiva en la conformación y vaivenes de la nación y de sus estructuras estatales y políticas.

– Y con todos estos datos y aportaciones, ¿cómo definiría a Azcárate?
–Tras la investigación, creo que Gumersindo de Azcárate fue, si no el más importante, uno de los intelectuales (y utilizo esta palabra conscientemente) más relevantes que León ha tenido en la época contemporánea. Y a poder definirlo así me ha ayudado descubrir y componer ese discurso global sobre él que, al final, ha sido lo más difícil pero lo más gratificante de este trabajo. Ese era el reto y, espero, haberlo conseguido.

– ¿Se reconoce como merece en la actualidad la figura de Gumersindo de Azcárate?
–Se la conoce, creo, parcialmente y desde luego, no se le reconoce con la relevancia que tiene, quizás porque falta ese conocimiento debe ser más integral respecto a su figura histórica. Espero ayudar a conseguirlo con este libro.


No encajaría en la política actual, por su estricta forma de vida, sus costumbres personales, su dimensión ética y religiosa o por los principios y valores que defendía– ¿Encajaría Gumersindo de Azcárate en la política contemporánea?
–No me gusta hacer historia ficción pero por contestar creo que no. No, claro que no. No solo por su estricta forma de vida, sus costumbres personales, su dimensión ética y religiosa o por los principios y valores que defendía que, quizás, podría compartir con nosotros, si es que a nuestra sociedad le queda alguno, pero desde luego ni las formas, ni los métodos de trabajo ni su talante se adaptaría a este tiempo. Azcárate fue un hombre de finales del XIX y ahí debemos situarlo, leerlo e interpretar su obra y su legado para tratarlo, sí, como una referencia histórica, moral y política positiva, pero histórica.
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