02/09/2020
 Actualizado a 02/09/2020
Guardar
Escribo mientras contemplo un acto natural y sensual, voluptuoso de sucesivo acogimiento pleno. Escribo frente al río Mélsos –que Estrabón dijo– y escribo donde éste se hace ría, ambigüedad: ahora río que baja caudaloso a su encuentro con la mar, ahora ría que acoge al mar en toda su plenitud. Escribo, por qué no, frente al río que se mece y colma en la mar plena que lo absorbe. Escribo, sí, desde mi Bocamar del alma. Del alma, porque pocos lugares saben de ella, de mí, tanto como él. Y escribo en la última mañana de este agosto ya agostado que no llegó a ser él mismo como tampoco nosotros lo hemos llegado a ser inmersos como estamos en este trágico carnaval indeseado, carente de baile y alegría que, a mayores, nos priva de los nutricios abrazos y carantoñas tan necesarios como complemento, si no suplencia, de las palabras más cordiales. ¡Cuánto sentimiento helado estos meses, cuánto gesto detenido, cuánta privación de los buenos afectos! Y, aún nuestra experiencia, qué poco duchos nos hemos sabido en el mudo lenguaje de la mirada.

Escribo, ante la mudez de los badenes reductores de velocidad que, frente a mi ventana, tan incesantemente cantarines estuvieron días pasados. Sí, sin duda este lunes desaborido es tiempo de mudanza temporal, estacional aun lo que digan tiempo y calendario.

Sí, este postrer día de agosto parece exiliado de su propio mes. Bien podría decirse que es o una pausa publicitaria previa al extraño septiembre que ya será cuando usted me lea o acaso un día de reflexión sobre las varias incertidumbres que con él vienen; o quizás sólo un trigésimo primer día añadido a él para el propio trabajo en la serenidad precisa para vivirlo con ánimo resuelto.

Para mí, septiembre siempre tiene un cierto aire de año nuevo. Como que siempre entrara en él con renovados propósitos para mis días, algo así como que abriera un período de revisión y mejora del año ya en gran parte vivido o, por qué no, una última etapa de entrenamiento a los posibles fracasos que tendré en las aspiraciones que al nuevo año plantee.

Sí, ha llegado septiembre y, no fiando anhelos a dioses de varia sustancia, preciso creer, y a ello me fuerzo, que su calidad y calidez depende, en gran medida, de lo que cada cual haga y de cómo lo haga. Por eso no escribo del «Y viva España» que –ahora oigo en directo– Pedro Sánchez canta a los candorosos amos del Ibex 35. O acaso sólo sea yo un cándido que no se quiere enrabietar. ¡Ay, septiembre!

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos. Cuiden, cuídense.
Lo más leído