18/05/2018
 Actualizado a 11/09/2019
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Buena parte de mi tiempo libre y de los ya sabidos grandes ingresos que deja el noble arte de juntar letras lo destino a viajar.

Tengo la suerte de haberlo podido hacer desde pequeño primero porque mis padres me llevaron y después porque me dieron libertad para hacerlo y desde entonces cada vez que cojo la maleta para salir de casa pienso lo mismo: «Ojalá no tener que pasar por Madrid».

He fantaseado incluso en sueños húmedos con un aeropuerto a 10 minutos de casa en el que poder coger un avión que, o bien me llevara a mi destino final (en mi familia el vuelo directo La Virgen del Camino - Seúl Incheon hubiera triunfado), o bien me permitiera realizar un trasbordo en algún aeropuerto nacional o europeo en lo que a todas luces parece una opción más viable.

Sin embargo, los años pasan y a pesar de contar con una instalación más que digna para poder albergar mis sueños, éstos siguen sin llegar. Es por eso que cuando leo a nuestros políticos vanagloriarse de los grandes datos de viajeros en el aeródromo leonés la vena del cuello hace por tomar vida propia. Bien está sin duda que iniciativas concretas como el ‘club de los 60’ o vuelos chárter gestionados por las agencias de viajes le den vida al aeropuerto de La Virgen, demostrando que sí hay cabida para vuelos regulares más allá del único (1) que existe. Pero no es más que una vida artificial con un espejismo estival que ojalá alguien apueste por convertir en realidad.
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