Avícola San Miguel gana la batalla de la burocracia gracias a la fotovoltaica

La granja de pollos de Mansilla Mayor es la primera productora de energía eléctrica ‘desenchufada’ de la red general tras tres años y medio de trámites

D.L.M.
20/10/2019
 Actualizado a 20/10/2019
Las placas fotovoltaicas en uno de los tejados de la pionera explotación Ganadería Avícola San Miguel.  | SAÚL ARÉN
Las placas fotovoltaicas en uno de los tejados de la pionera explotación Ganadería Avícola San Miguel. | SAÚL ARÉN
Cuando se cierra el plan de empresa es el momento de dar el salto y, como el especialista desde la roca, el emprendedor contempla el proceloso mar que lo espera al final de su picado. Un mar de pasillos, formularios, tasas, licencias, silencios administrativos y muchos, muchos pósters motivando al aludido para que haga realidad su sueño, para que convierta su idea en tejido productivo. Así, más o menos, se debió sentir Javier Redondo Rodríguez, veterinario, natural de Mansilla Mayor, joven, decidido y con una energía serena sin la que no hubiera podido dar vida a la explotación Ganadería Avícola San Miguel.

Por más vértigo que sintió al ver las cifras de inversión, saltó. Y por más que olas y olas de retrasos, gastos extra, imprevistos, plazos, informes, etcétera, le zarandearon, logró volver a la orilla. Ahora observa desde la escalera de los silos las dos naves gemelas en las que cría unos 50.000 broilers, con cinco crianzas al año, para Huevos León. En la orilla, junto a él, está Elena, su mujer, que ha sido clave con su apoyo para sacar adelante este proyecto vital. Sus mañanas han estado cargadas de papeleo, uno de los principales escollos para hacer realidad la idea.

Las facturas llegaban y todavía no era posible producir por culpa de la burocracia, así que buscaron una solución y la hallaron en la instalación de 114 placas fotovoltaicas Una idea que se ha convertido en pionera. Tras más de 15 meses de trámites con hasta ocho organismos diferentes y una compañía eléctrica, la explotación no ha conseguido el permiso para instalar una línea para el suministro de energía eléctrica. Las facturas llegaban y todavía no era posible producir por culpa de la burocracia, así que buscaron una solución y la hallaron en la instalación de 114 placas fotovoltaicas que producen 30 kilowativos/hora (como alimentar a ocho hogares) y que reducen considerablemente el impacto medioambiental de la granja, además del ahorro que supone. Las placas fotovoltaicas se refuerzan con un generador de gas, que tiene tres ventajas: barato, limpio y no se puede robar. Con ello, la instalación eléctrica es una de las tres que hay en toda la comunidad sin conexión a la red general, la única de una granja de este tipo. La supervisa y controla la empresa Saltoki, que aceptó el reto de montar el parque fotovoltaico de este particular cebadero, bien montado por Vázquez y Arias Bionergía S.L.

La explotación sigue el modelo de integración, en el que el cliente dota al productor de los animales, el control veterinario, el alimento y el transporte. El titular de la granja aporta las instalaciones y la mano de obra, con todo su saber hacer. A grandes rasgos, cuanta menos mortalidad tenga, menos alimento y energía consuma y más engorden los animales mayor será su retribución.

La mayor parte de las tareas están domotizadas, pero la ganadería avícola es delicada. Javier acude cada día —con visitas de curiosos de manera habitual en estos primeros meses, dadas las particularidades de la granja— al menos un par de veces y está permanentemente al tanto de los parámetros desde su ‘smartphone’. Continúa enfrascado en la batalla burocrática, pero ahora su día a día ya tiene "lo que quería en la vida". Reconoce que ha sido duro, que un proyecto de este tipo solo sale adelante "si estás en el paro" o "añades muchos gastos extra de una gestoría". Lamenta que por las tardes "no atiende nadie" en los organismos oficiales, que tampoco cruzan datos y que exigen mucho tiempo y gestiones contradictorias. "Van tres años y medio de trámites, en los que muchas veces no entiendes qué está pasando", ilustra desde la entrada al resultado de su esfuerzo. Ahora está "ilusionado, contento" como el saltador que mira a los jueces y ve el diez en sus notas, aunque la competición sigue adelante.
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