Avelino Fierro: "Nunca he tenido la tentación de leer El código Da Vinci"

El fiscal de menores y escritor regresa a las librerías con el tercer tomo de sus diarios, ‘La vida a medias’, que este viernes a las ocho de la tarde presenta en el Ayuntamiento viejo acompañado de Eloisa Otero y Ruth Miguel

Fulgencio Fernández
22/09/2017
 Actualizado a 14/09/2019
El fiscal de menores y escritor Avelino Fierro presenta la tercera entrega de sus 'diarios'. | DANIEL MARTÍN
El fiscal de menores y escritor Avelino Fierro presenta la tercera entrega de sus 'diarios'. | DANIEL MARTÍN
Tal vez el anunciado Congreso sobre ‘lo oculto’ desvele el misterio sobre de dónde saca tiempo Avelino Fierro para hacer tantas cosas bien (mal es muy sencillo). Cómo se puede ser un respetado fiscal; un excelente tertuliano de barra y debate académico; estar en la ópera en los Van Gogh y en los conciertos de El Cuervo o el Auditorio; escribir unos diarios sis desperdicio (en Tam Tam Press) que le permiten contar su vida a través de la de Jaccottet, Rilke, Audrey Hepburn o Trufaut; seguir de cerca la información y diaria y, sin embargo, sonreír abiertamente siempre. Tal vez esta tarde nos lo explique en la presentación de su tercer volumen de diarios, ‘La vida a medias’, que espero que no sea que todas estas cosas —y otras muchas—las hace solo en media vida, que aún tiene otra. 

– ‘Una vida a medias’, no voy a hacer ninguna conjetura sobre el sentido del título de su libro pues quien mejor lo sabe es el autor, ¿qué quiere decir?
– El año pasado me pidieron unos haikus y yo no hacía poemillas –todo por el puñetero respeto a la versificación y a los maestros- desde la adolescencia. Hice cinco sobre el paso de la luz y el tiempo de un día cualquiera al atardecer. Uno de ellos rezaba así: «Entre dos luces / el arroyo del tiempo / la vida a medias». Y uno de tu pueblo, un tal Manilla, que estuvo en casa tirando de imprentilla para meterlos en unas volanderas, me dijo: «Ese es un título estupendo para un nuevo volumen de los diarios». Le hice caso, tiene buen oído.

– Nuevamente diarios y ya van tres libros. En éste además con prólogo de uno de los autores que le llevó a ser escritor de diarios después de ser lector de ellos, Andrés Trapiello.
– Andrés –lo cuenta en el prólogo- conoce a Mar, mi mujer, desde que eran críos.Sus padres tenían una tienda de ultramarinos, y eran amigos de mis suegros. También mi padre, que tuvo un almacén de patatas y piensos, servía el género para una granja de los Trapiello. Recuerdo ir con él algunas veces en el motocarro. Al final, Andrés y yo teníamos que coincidir. Eso del prólogo es una servidumbre de la amistad.

– ¿Además de Andrés Trapiello, quién más le llevó por los caminos del diario?
– Manuel Vicente González, Manolo ‘Cerebro’, escritor, editor y amigo, fue quien –secundado por mi mujer y por Julio Llamazares- me presionó y achuchó para escribir, después de leer unos cuentos que yo había pergeñado para recordar un par de juergas trapisóndicas. Escribir cuentos es complicado. Le empecé a mandar folios con algo que se parecía a un diario. Y luego insistió en el asunto Eloísa Otero. Así que, como digo muchas veces, soy escritor de diarios por encargo. Pero es cierto que ya había leído a Josep Pla, Azorín, Ruano, ‘El gato encerrado” y otras exquisiteces del género’. Y he acabado encontrándome a gusto. Será que el diario va con mi carácter, algo parecido a lo que Baroja llamaba el «fondo sentimental» del escritor.

– ¿Algún día saltará a otro género? ¿Está en ello? Al margen de ilustrador de sus textos, que ya lo hace.
– Creo que ya pegué un brinco con esos cinco haikus. Sigo, de momento, con el diario, ese «género impuro» que me hace bien, es algo homeopático

– ¿Cómo se gana tanta credibilidad en los tiempos del Google? Es el único autor leonés que conozco que llena sus diarios de citas de todo tipo y, sin embargo, no es sospechoso de beber en las fuentes de los buscadores de Internet y las numerosas página de citas de todo tipo ¿Todo el mundo da por hecho que es un voraz lector y sus citas son de primera mano?
– No leo tanto. O no tanto como quisiera. Pero puede que afine bastante y eso me rinde. Quizá, cuando leo, mi atención es como ese ‘radar de murciélago’ del que hablaba Brodsky en un prólogo a las poesías completas de Montale, y detecto lo importante, voy buscando «la palabra justa».

– Díganos algunas lecturas «extrañas» para el gran público e imprescindibles para usted.
– Las que tengo estos días a mano: Jaccottet, Carnero, Rilke, Insausti, Manent… ¡vaya, caigo ahora en que todos son poetas!

– ¿Ha tenido tentaciones de leer ‘El código Da Vinci’?
– Ninguna. Creo que el único bestseller que he leído ha sido ‘El nombre de la rosa’. Me lo regaló un amigo –seguramente lo tuvo que mangar, porque de aquella no tenía un duro-, y eso porque yo antes había leído todo lo de semiótica o comunicación que había publicado Umberto Eco y sentí curiosidad en ver cómo había dado el paso a la ficción.

– ¿No le abruman tantos elogios después de cada libro y de gente como Andrés Trapiello, Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares o Antonio Manilla, entre otros muchos?
– De los amigos uno sólo puede esperar lo mejor, aunque a veces se equivoquen con su buena intención.

– Creía que se iba a salvar de la pregunta inevitable dada su profesión pero sólo la he dejado para el final para que esté más relajado sin hablar de trabajo, ¿qué hace un fiscal metido a literato?
– ¿Recuerdas aquel ejemplo de la escuela sobre las líneas paralelas y las vías del tren, siempre una al lado de otra y que nunca se juntan? No he pensado en hacer literatura sobre lo que sucede en el día a día en la oficina. Y hay historias hermosas, tristes, íntimas; también líricas, carpetovetónicas, bombásticas. Además, el tiempo verbal de lo jurídico es el indicativo y el gerundio, y si quieres hacer literatura tienes que utilizar el subjuntivo. ¿Ves?, no tiene nada que ver.

– Ya que no se enfadó con la incursión en el mundo del trabajo se lo pongo peor en la última pregunta, con la actualidad:  ¿qué penas pediría para los actores de la tragicomedia de Cataluña?
– Eso no tiene nada de comedia. No sé si me indigna más que me entristece. De los políticos puede esperarse cualquier cosa, pero no entiendo a esa parte de la sociedad civil que cada día es más provinciana, con lo que era la ciudad de Barcelona hace años... Les pondría de penitencia el remedio tradicional para curarse del nacionalismo que apuntó Baroja: viajar. Y que leyeran. Que lean a Pla aunque sólo sea por disfrutar de buena literatura (puede que no hagan porque el escritor catalán tiene alguna frase ingeniosa sobre el nacionalismo). Ayer hablaba con unos compañeros que han venido de Madrid en tareas de inspección, del desastre de la justicia digital y de la cuestión catalana. Uno de ellos contaba que a su madre, ya mayor y que vive en Sitges, le están haciendo el vacío y faltándole al respeto los vecinos porque, no es que se oponga, sino que no se ha significado a favor de los empecinados en esa cuestión. Es como si a mí los de mi comunidad de propietarios, que los hay de todo pelaje, me insultaran por no poner la bandera de la ‘Cultu’ en el balcón. Sobre ello tiene algunas parrafadas preclaras Félix de Azúa –catalán de pura cepa y que lo vio venir hace tiempo- en su libro ‘Contra Jeremías’.
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