Ave María

18/01/2016
 Actualizado a 07/09/2019
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No creo en los cambios de entrenador. Y no creo por una sencilla razón, creo que el entrenador tiene un 20% como mucho, de influencia en lo que pasa dentro del terreno de juego. Al menos en el fútbol. En otros deportes si puede tener más importancia, pero en el fútbol, para mi, como mucho un 20%. Por eso es tan fácil hablar de «camas», porque la influencia del entrenador es mínima. Todo queda al cargo de los once que están en el campo y de cómo ejecuten lo que se les ha ordenado. Nunca pedí el cese de Claudio, por ejemplo, ni después del 5-0 en Tenerife con el equipo en descenso, así que por supuesto no lo voy a hacer ahora. Yo hablo de mi, cada cual que haga de su capa un sayo.

Dicho esto, creo que la mejor solución es cargarse al entrenador y en verano limpiarse a las «vacas sagradas» y a todos aquellos que ahora no están remando en la misma dirección. Una manita de Zotal en el vestuario nunca está de más. Ahora bien, si cambia el entrenador y después hay una mejoría, eso retrata a quien retrata. Y ya sabemos que retrataditos los quiere el Señor. El partido, o el planteamiento inicial al menos, es lo que en fútbol americano se denomina un Hail Mary. ¿Qué es un Hail Mary? Literalmente, un Ave María. Ir a la desesperada y rezar porque salga bien. Como subir al portero en un córner o tirarse un triple desde medio campo cuando se acaba el tiempo. Eso es un Hail Mary. Y por eso apostó José Manuel Díaz. Y lo normal, lo normal, es que todos sabemos como acaban esas cosas. No muy bien, por norma general. A veces sale, la mayoría no. No se le puede negar a Díaz, cuanto menos, la intención de cambiar las cosas. Ha ensayado toda la semana con defensa de cinco, igual que hizo en Palamós y que desde aquella victoria muchos han (hemos) reclamado volver a ese sistema para jugar fuera de casa. Igual no es el Girona el mejor rival para jugarle a «SU» juego, pero al menos debemos tener en cuenta el intento.

El error más garrafal de Díaz, y que lleva repitiendo desde el principio del curso, es jugar sin portero. En otros puestos un jugador será mejor o peor, pero no condiciona tanto como la portería. Y eso que Santamaría hizo un par de buenas intervenciones, pero dos o incluso tres de los cuatro goles si nos ponemos exquisitos llevarían el sello de aprobación de Casillas. Pero a estas alturas de la película ya no le vamos a pedir peras al olmo. El primer gol retrató a casi todos. Casado cedió la posición con una facilidad pasmosa y Alan se durmió en los laureles ante la llegada de Mata. La Deportiva reaccionó, o al menos lo pareció con el remate al palo de Acorán, que a pesar de no estar nada fino, fue el que más peligro creó. Pudo ampliar su ventaja el Girona en el último suspiro, pero el larguero lo evitó. Ya habría tiempo para el festín después.

Tras el intento fallido de intentar cambiar las cosas en la primera parte, en la segunda Díaz quitó un central y metió a Yuri, dejando a Luka un poco más de media punta. Un sistema más reconocible para la Deportiva. De perdidos al río, ya basta de experimentos debió pensar. Empezó bien, acabó en tragedia.

Es más fácil cargarte a uno que a veinte, se suele decir, pero con ganas se queda uno viendo determinadas actitudes. Yo no pido demasiado a los jugadores de mi equipo. Sólo quiero que sean profesionales. Que entrenen como deben, que cumplan las normas y que en los partidos se entreguen les dirija quien les dirija. Que remen todos en la misma dirección. Igual es demasiado pedir. Manolo Díaz intentó un Hail Mary. Le salió mal. Ahora queda rezar.
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