20/03/2020
 Actualizado a 20/03/2020
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No ha pasado ni una semana de las medidas excepcionales tomadas por el gobierno de España tras decretar el estado de alarma y parece, por lo menos a mí, que llevamos más de un mes.

Esto no tiene pinta de resolverse a corto plazo y desde luego, con la cantidad de gente que se ve circular por la calle por uno u otro motivo, el control de la pandemia va a llevar más de 15 días. Bastante más.

De ser así, no sé si nos matará el coronavirus, pero lo que está claro es que la gente va a empezar a perder la cabeza encerrada en sus casas, con esta angustia por la que estamos pasando mezcla de incertidumbre, incredulidad e indignación.

Unas de las pocas válvulas de escape de la monotonía diaria son tirar la basura, que imagino que de momento no sea ilegal y salir a la ventana a aplaudir. Estos aplausos son más que un homenaje a las personas que trabajan por nuestra salud y nuestra seguridad, son la única manera de socializar, volver a darnos cuenta de que no estamos solos y que tarde o temprano, volveremos a recuperar nuestras rutinas.

Este homenaje en forma de aplausos demuestra la gratitud y nobleza de los españoles. Pero, si bien es merecido, creo que es insuficiente.

Son muchas las personas las que siguen trabajando para salvarnos la vida, velar por nuestra seguridad o para procurarnos alimentos y otros bienes de primera necesidad… pero pocos, ni siquiera el Gobierno, parece acordarse de uno de los colectivos que va a verse más afectado a medio plazo por la situación. Me refiero a los autónomos y todas esas pequeñas y medianas empresas que por decreto y con toda la justificación del mundo, han sido obligados a cerrar sus negocios con la incertidumbre de si ese cierre, será temporal o definitivo.

Esos autónomos no se han quejado en ningún momento, han sido responsables y han dejado cerradas sus fuentes de ingresos, poniendo en juego la estabilidad económica de sus familias para ayudar a parar de la forma más rápida posible al virus.

Los autónomos también son héroes. El que venda pan, fruta, carne… los supermercados, las tintorerías… se juegan el tipo prestando sus servicios y ofreciendo sus productos, pero por lo menos tienen algún ingreso que llevar a casa. Pero el que ha cerrado la puerta de su negocio, ha cerrado la puerta a sus ingresos, mientras propietarios de locales, proveedores, bancos e incluso la administración les siguen estrujando para que suelten la última gota de liquidez que les pueda quedar en unos negocios que no habían terminado de salir de la pasada crisis.

A esos autónomos no les podemos dejar solos. El Gobierno, las entidades financieras y la sociedad en general, deben entender que el autónomo es un sujeto de riesgo en todo esto y no se les puede abandonar como siempre, por desgracia, se ha hecho.
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