07/04/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Desde luego. La duda es si sabremos aprovecharlo sacar partido de ello. Que esta provincia no es lo que era, no tiene discusión. Que todas aquellas industrias y que todos aquellos servicios que tenían su centro en León se han ido a la porra, tampoco.

Y aunque ya van unas cuantas veces que lo he escrito, voy a volverlo a hacer. Por aquí estaba Laboratorios Abelló, Antibióticos (que está pero es como si no), Maestranza del Ejército del Aire, Séptima Zona de Renfe, Centro Noroeste de Telefónica, lo mismo de la Guardia Civil, la produccióndel 90 % del lúpulo de España, una minería que era eso, una mina, y unas cuantas cosas más que no sigo enumerando porque se me revuelve el estómago.

Nos quedaba la construcción, y también se fue por el desagüe.

De todo eso, poco o nada queda, y así nos va.

Pero hay algo que aún nos permanece y que no nos pueden quitar. El problema es si somos conscientes de ello, que me temo que no, y, a más a más, si lo sabremos aprovechar.

Allá por los años setenta, y permítanme que lo cuente, los arquitectos de León, que eran unos veinte (ahora la cifra está más cerca de los cuatrocientos que de los trescientos), tenían, en realidad teníamos, un colegio profesional que abarcaba no sólo esta provincia, sino también Zamora, Salamanca y Palencia, además de Asturias y toda Galicia. Hoy estamos las tres primeras más León.

Qué tiene esto que ver? Pues que la sede central estaba aquí, aún cuando Asturias duplicaba el número de colegiados y Galicia lo cuadruplicaba. Sin embargo era León por la sencilla razón de que era el centro geoestratégico del noroeste.

Y lo mismo pasaba con Telefónica, Renfe o la Guardia Civil.

Y es cierto que las autonomías han desbaratado aquella estructura, pero… León aún sigue siendo ese el centro geoestratégico de esta parte de España, y hoy, además, magníficamente comunicado.

Lo han entendido muy bien tanto Zara, que se ha colocado en el Polígono Industrial de León,como Mercadona, que lo ha hecho en el de Villadangos. Y eso sin contar con algún que otro empresario avispado de esta ciudad que ha seguido los mismos pasos.

Y es que, si se le pone el ojo al mapa que ilustra este escrito, estamos a tiro de, como mucho, una mañana de camión para llegar a un montón de sitios, a una población de varios millones de personas, de consumidores al fin y al cabo: Vigo, Coruña, Gijón, Oviedo, Valladolid, Zamora, Burgos, Palencia, Salamanca y, tirando un poquito más, Segovia, Santander, Bilbao, incluso Oporto.

Y no solamente eso: es que muchas de esas ciudades son puerto de mar, así que, ¿no podría, también,hacerse aquí un puerto seco?

Es o no es una posición privilegiada.

Privilegiada y desaprovechada.

Porque, además, disfrutamos de un aeropuerto infrautilizado, con una pista de más de 3 kilómetros de longitud, al que le vendría muy bien ser una central de carga, muy cerquita de la autopista a Asturias, a la que se llega con una muy pequeña obra, y que conectaría con toda la red que tenemos con las provincias limítrofes.

Ya me gustaría que fuera algo así como el aeropuerto de Zaragoza, el mayor puerto pesquero de España, antes lo era Vitoria, desde que Mercadona instaló allí la central de recogida y manufacturado de pescados.

¿Y dónde construir el centro logístico? Pues, teniendo en cuenta que el que se iba a instalar por Adif, antes Renfe, en Torneros, ya ha fenecido (sin pena ni gloria entre los habitantes de esta provincia, que tiene narices), pues bien podría ponerse en el lado norte de la pista del aeropuerto, donde hay una llanura enorme, con unos terrenos disponibles enfrente de la base, que es cierto son propiedad del Ministerio del Ejército, pero que bien podrían ser dedicados a estos menesteres, si los políticos se movieran o moviese.

Y, en todo caso, entre la base aérea y San Andrés del Rabanedo, hay unos cuantos sectores clasificados como industriales y planteados como ampliación del Polígono Industrial de Trobajo, con cientos de miles de metros a disposición.

Pero claro, para eso hay que mover el chocolate, por no decir algo más grosero, y ahí va a estar el problema.

He de confesar que estas reflexiones ya las he hecho a más de un empresario, comerciante y político, y no ahora, sino hace tiempo. Todos entusiasmados, todos convencidos, como no podría ser menos ante algo tan evidente, pero nada más.

Y luego nos quejamos de que Valladolid se lo lleva todo, cosa que siendo bastante cierta, hemos de reconocer que nosotros tampoco hacemos demasiado por remediarlo. Es más, remedando un dicho muy conocido y popular, Valladolid no nos deja ver el bosque, y con eso nos convencemos de nuestras desgracias y de lo malos que son los demás. Eso cuando no nos dedicamos a boicotear empresarios porque «no van a venir aquí a pasarnos por los morros su dinero» (por cierto, quizás algún día contaré cómo un industrial amigo quiso instalar una empresa química en Cistierna, su pueblo, y acabó llevándosela a Santander, donde está, cómo no, encantado). Así nos luce el pelo.

Menos mal que nunca la villa y corte autonómica podrá competir en este campo de la logística del noroeste, pues, estando como está a 200 kilómetros de Madrid, jamás nos podría hacer competencia con el norte por distancia y con el sur por cercanía de la propia de la propia capital de España.

Así que, pregunto: ¿Hay alguien por ahí que quiera coger el toro por los cuernos y ponerse manos a la obra?

O seguiremos llorando, mirando al infinito, mientras la procesión pasa por delante de nuestra puerta.

No quisiera que pasara lo segundo, pero viendo los antecedentes…
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