marta-del-riego-webb.jpg

Atea del romanticismo

23/03/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Guardar
El otro día sucedió algo curioso. Fui con mi hermana a nadar a la piscina climatizada, después nos metimos en el jacuzzi y nos enzarzamos a hablar, con ligereza y profundidad, una de ‘esas’ conversaciones: cuál sería la relación que podría durar toda la vida o si existía siquiera esa posibilidad. ¿Una relación tipo ‘living apart together’? Yo en mi casa, tú en la tuya y nos vemos los fines de semana. ¿Una relación de apoyo y amistad? Seamos amigos y amantes ocasionales. ¿Matrimonios con niños? Los niños entretienen mucho, ¿no?, dan vidilla a las parejas. ¿Una relación de ‘juntos a todas partes y a todas horas’, del gimnasio al médico, del cine al partido de fútbol de los domingos? De pronto nos dimos cuenta de que el jacuzzi se había llenado de hombres que nos escuchaban en silenciosa concentración. ¡Tuvimos que salir corriendo!

Qué misterio hay en las relaciones entre hombres y mujeres. Nadie entiende nada. Ni unos ni otras. Y todos quieren aprender algo del otro género.

Antes de salir huyendo, mi hermana soltó una de sus grandes frases: "A la relación entre hombres y mujeres hay que aplicarle las reglas inversas a las de la vida". Si te interesa alguien, debes fingir que no te importa. Si estás desando que alguien te llame, no se te ocurra decírselo. Si tienes el pálpito de que has encontrado al hombre de tu vida –si es que eso existe, que lo dudo–, lo mejor es que flirtees con su mejor amigo.

Pero qué costoso todo. Qué duro. Qué absurdo. ¿Por qué no podemos hablar de las relaciones abiertamente?

No digo el primer día. Ni el segundo. Hay que dejar trabajar al instinto. Porque al final el instinto es quien decide. Para bien o para mal. Esa parte animal que nos queda. Ese resto de misterio. Pero si escuchas al instinto, ¿por qué no puedes luego racionalizarlo? Es simple: me gustas o no me gustas. Si me gustas tenemos varias opciones, esta, esta o la otra. Un trato, te propongo un trato, digamos, amoroso.

Sí, ya sé que muchos van a escandalizarse. ¿Y el romanticismo? No creo en el romanticismo. Y soy escritora y poeta. Pero nunca romántica.

Sí creo en la pasión, en el arrebato, en el fervor. Y eso puede producir océanos de palabras, de tinta desbocada. Pero no creo en el anillo, ni en las flores del día del aniversario, nisiquiera creo en el aniversario. Soy una atea convencida del romanticismo. Pienso que el amor es algo mucho más confuso, indefinible e incongruente que los clichés románticos. Y que, por eso, aunque parezca una contradicción en los términos, por eso tenemos que racionalizarlo. O intentarlo.

O intentarlo desesperadamente.
Lo más leído