11/11/2021
 Actualizado a 11/11/2021
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Tío Evelio me contaba de vez en cuando que en México la congestión del tráfico era tal que algunos días dejaba el coche en el arcén de alguna ronda e iba a casa andando para volver al día siguiente a recogerlo. Recuerdo que lo narraba con cierta naturalidad, pero hay que tener en cuenta que entonces no existían los enredos sociales, que pueden conseguir que el más indignado por un atasco sea alguien que no tiene carné, que presume de viajar únicamente en bicicleta o que está a decenas de kilómetros de donde se produce.

Allí viven millones de personas, no cuatro gatos como en la cuna de la democracia, pero tenemos ese carácter lanar que nos hace ir a todos en rebaño a meter el hocico y presumir de haber lucido palmito en una inauguración, una degustación popular o cualquier otro evento que no suponga meter la mano en la cartera. Eso sí, no queremos atascos para llegar, que nos pone de mal café o de mala leche.

El faroleo forma parte de la idiosincrasia de este nuestro terruño, pero eso entraña ciertos riesgos. Cuando nos ponemos al volante, por seguir con lo tocante al tráfico, aporreamos la bocina, blasfemamos y hacemos aspavientos si alguno de nuestros convecinos de carretera ignora sin querer un ‘ceda el paso’, pero encogemos el cuello tratando de escondernos en caso de que seamos nosotros los que la liamos en una rotonda.

Y este comportamiento es extrapolable, cómo no, a los gestores de la cosa pública leonesa, que ponen el grito en el cielo si sus rivales guardan los proyectos pendientes en un cajón, pero enmudecen si los que lo hacen son sus superiores. Buen ejemplo es el cruce de la polémica de esta semana. Los portadores de la rosa encargaron el proyecto para soterrar la ronda a la altura de La Granja, pero lo guardaron en el cajón en vez de ejecutarlo. Los oteadores de gaviotas lo ignoraron por la ruina que se encontraron y que supuso nefastos recortes en todas partes menos en sus bolsillos. Y ahora los de la rosa culpan a los de la gaviota del atasco por hacer una rotonda en superficie pese a que ellos mismos dijeron en febrero del pasado año que a estas alturas ya estaría ejecutado un proyecto urgente para resolver el asunto en previsión de nuestras ansias por ir a comprar un forro polar. Pero el caso es que al final, de tanto mirar todos por el retrovisor, nos esnortamos y acabamos besando la culera del que circula por delante.
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