Astorga celebra con solemnidad la beatificación de las mártires laicas Octavia, Olga y Pilar

La catedral acoge la ceremonia presidida por el cardenal Marcello Semerano

Ical
29/05/2021
 Actualizado a 29/05/2021
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Octavia Iglesias Blanco, Olga Pérez-Monteserín Núñez y María Pilar Gullón Yturriaga son desde hoy beatas de la Diócesis de Astorga tras la solemne ceremonia celebrada en la catedral y presidida por el cardenal Marcello Semerano en presencia de familiares de estas tres enfermeras voluntarias, Siervas de Dios, que fueron asesinadas en Pola de Somiedo (Asturias) por milicianas republicanas.

Pilar con 25 años, Olga con 23 y Octavia con 41 fueron mártires laicas por odio a la fe y desde hoy son beatas cuyas imágenes pueden contemplarse en un gran lienzo en el primer templo de la Diócesis, que alberga también sus restos mortales y las reliquias que hoy entregaron algunos de sus familiares presentes en la ceremonia.

“Pilar, Olga y Octavia se comprometieron a curar el cuerpo de los enfermos y heridos, dedicándose a aliviar los sufrimientos y a levantar los ánimos, y esto porque el “cuerpo” tiene una dignidad incalculable. Para nosotros los creyentes "el cuerpo del hombre participa de la dignidad de “imagen de Dios”, como nos recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica” dijo en su homilía el cardenal Semerano ante un reducido número de asistentes debido a la pandemia, pero que no impidió la presencia de más de 80 sacerdotes, el nuncio del papa en España, monseñor Bernardito Azúa y el cardenal Ricardo Blázquez.

El obispo de Astorga, Jesús Fernández, intervino antes de la bendición de Semerano y se refirió a las tres beatas como “testigos del amor a Jesucristo, del perdón y del cuidado de los pobres y heridos de este mundo”.

“En Pilar, Olga y Octavia, el señor nos ha enseñado un modo de vivir más que un modo de morir. En ellas aprendemos lo que es una auténtica vida de fe, en la que no puede faltar el cultivo de la vida espiritual y religiosa, la formación, la vida comunitaria, la responsabilidad y el compromiso con los pobres y los heridos de este mundo”, añadió.

Para el prelado asturciense, “en un mundo anémico de amor y comunión, el testimonio de perdón y de servicio desinteresado de las mártires alimenta la reconciliación y la fraternidad. En un mundo donde la verdad es maltratada, la fe de las mártires en la verdad de Dios se convierte en astro luminoso. En un mundo donde la esperanza a duras penas se abre paso, su coraje, valentía y disposición al martirio nos abre un nuevo horizonte de eternidad”.
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