23/01/2023
 Actualizado a 23/01/2023
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Dice Diego Anido, actor en la película ‘As bestas’ que: «Se habla mucho de lo bonito que es escapar de la ciudad a vivir en el campo. Pero que, pronto sufren muchos las consecuencias de su ingenuidad». La peli va de unos forasteros que llegan a un pueblo para cumplir su sueño de vivir en el campo, y se encuentran con la hostilidad de algunos y con la dureza mental de quienes se niegan a ver las cosas así de sencillas y la relación termina mal.

Más de uno de nosotros, los exiliados que vuelven al hogar, y que cantan a menudo aquella preciosa canción, tan llena de nostalgia, ese mal que tanto odia nuestra Luis Mateo, y que dice: «Ven a brindar, con vino griego de mi tierra natal, un vino rojo que te hará suspirar, por el recuerdo de volver, al hogar», más de uno y de dos, hemos tenido que escuchar los alaridos de aquellos que no tuvieron que salir de su casa para ganarse el sustento. El ladrido que muchas veces se traduce en insultos y en vejaciones, cada vez más difíciles de soportar.

‘As bestas’ trata de eso, de lo difícil que es la convivencia en lugares tan pequeños en los que todos lo saben casi todo de los demás, a lo que hay que añadir las sospechas, los malos entendidos, las rencillas, los intereses creados, y no están dispuestos a dejarse arrebatar su dominio sobre lo que ya parecía suyo en exclusiva, y abandonado, sin darse cuenta de que esos valles y esos sotos, ese murmullo del río, ese croar de las ranas en la charca, ese mugido del silencio, esa paciencia de la noche empeñada en no despertar, todo eso que no se puedo describir, es tan suyo como de quien acaba de llegar.

Es tan cierto para quien se quedó como para el que se fue. Porque es la vida y esa la administra a su modo cada cual.

Este cronista, en cuyas carnes vive una reminiscencia de eso, recomienda que, después de ver la película, busquen la canción mentada y repitan en la intimidad, y sin resentimiento: «Ven a brindar, con vino griego de mi tierra natal, un vino rojo que me hará recordar, un pueblo blanco que dejé, detrás del mar».

Porque la receta más eficaz para este mal es evitar de todos modos el rencor, y aplicarse cataplasmas de comprensión y delicadez.

Porque ‘as bestas’ aunque no lo parezca también tienen corazón y, por encima de todo, son capaces de distinguir a quien vuelve a su casa, y, un tanto aturdido, no encierra ningún desprecio ni maldad alguna.
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