Arruinarse por trabajar

17/12/2021
 Actualizado a 17/12/2021
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«Ahora mismo trabajamos para nada». «Quiero que se nos valore y se nos deje vivir». «Antes trabajabas con ilusión. Ahora vienes por obligación y te estás arruinando por trabajar». «Nos cuesta producir 40 céntimos y nos están pagando 34 céntimos». «Me levanto para perder 168 euros al día». «No puedo cerrar la granja fácilmente, las vacas tienen que comer todos los días». «Todos los costes fijos han subido de forma exagerada y no tenemos forma de subir el precio de nuestros productos». «Antes una familia salía adelante con 10 vacas, hoy tienes 100 para equilibrar costes».

Diferente actividad pero todos los agricultores y ganaderos se encuentran en la idéntica situación: en la ruina. Un sector primario desolado. En hundimiento. En quiebra.

Que se puede esperar de una sociedad que no valora su sector primario y lo que es más deficiente: no quiere valorarlo. Y, quizás, lo que es aún más aterrador es que ya nadie espera que se le valore. Que se le entienda. Que se le conozca. Han herido de muerte las principales actividades económicas de la mal llamada España Vaciada –mucho más llena de valores y principios que las urbes–. Horroriza el desconocimiento desde las grandes ciudades del modo de vida de las zonas rurales, la incompresión del cómo se vive en los pueblos. El sistema está en jaque. Vivimos en un paradigma económico piramidalmente inverso a la lógica: el precio lo fija Mercadona, Lidl o la gran superficie en cuestión, el margen sobrante para la industria y si algo se cae de los bolsillos se lo queda el agricultor o el ganadero. ¿Qué nación puede tener un sector primario saludable con esta encrucijada?

¿Cuál es la solución para amortiguar y frenar esta ruina? ¿Movilizaciones? ¿Dejar de producir? ¿Acabaremos comiendo carne de plástico y tomates ‘cultivados’ en un laboratorio? La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimientos sino el hecho de negarse a adquirirlos y en nuestra clase política hay más negativa que ausencia.
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