Arroyo se queda en el valle

El pintor que se exilió de España regresó un día a Laciana y recuperó la casa de había construido su bisabuela en Robles. Desde entonces confesó su pasión por este valle... al que ahora regresa para siempre

Fulgencio Fernández
15/10/2018
 Actualizado a 13/09/2019
El gran regalo de Arroyo a su Laciana fueron los encuentros con la música que organizó en su pueblo durante casi veinte años, hasta 2015. | VICENTE GARCÍA
El gran regalo de Arroyo a su Laciana fueron los encuentros con la música que organizó en su pueblo durante casi veinte años, hasta 2015. | VICENTE GARCÍA
Eduardo Arroyo siempre te regalaba un titular con voz de trueno. Y cuando redescubrió Laciana, cuando regresó a Robles, decía frases tan contundentes que si no fuera porque es famosa su tremenda sinceridad podrían ser enviadas al rincón de los halagos para regar el oído. Pero no era de esos Arroyo. Y este domingo, al conocer su fallecimiento, una de las primeras noticias que generó fue que «sería enterrado en Robles de Laciana», que regresaba para siempre y así reafirmaba la verdad de sus palabras.

Frases como «para mí Laciana es el regreso al paraíso perdido y el único lugar de referencia» o «toda la familia de mi madre ha nacido en el valle de Laciana. Mi abuela nació en Rioscuro y mi bisabuela construyó esa casa de Robles en la que yo vivo ahora, la he recomprado porque se perdió en esos asuntos de herencias. Ahí entiendo que están mis verdaderas raíces, ahí viví hasta que tuve 15 años (1952)pero después no regresé hasta los años 90, me siento muy identificado afectivamente, mucho más que con ninguna otra parte en la que haya vivido. Conozco cada arbusto, los olores que había perdido y he vuelto a recuperar», para rematar que «me siento muy unido al mundo minero y al ganadero, al campo, pues aún recuerdo cuando iba a buscar las vacas al monte, a la braña». Prometía tratar de venir más tiempo y lo fue cumpliendo. No sólo eso, se fue implicando en proyectos, entre los que cabría destacar un regalo de verdadero lujo cultural, los Encuentros con la Música (después fueron con Rosa Torres Pardo)que cada mes de julio se celebraban en la huerta de su propia casa y en la iglesia del pueblo. Repasar algunos de los nombres que pasaron por estos encuentros, como artistas a como invitados, nos da una idea de la dimensión de los mismos: Era una habitual la citada Rosa Torres Pardo, pero pasó por allíItzhak Perlman, Dr. Liberman, Enrique Viana, Clara Muñiz, la soprano Ruth Rosique, condujo varias galas Máximo Pradera, era un habitual el ministro Javier Solana, acudieron en una edición Víctor Manuel y Ana Belén, Antonio López-Serrano , Javier Rioyo, Fernando Schwartz , el violonchelista Iagoba Fanlo y el pianista Ivan Martín o, para no tener que abundar en más nombres, elmaestro Antón García Abril.

Un regalo de casi veinte años haciendo de Laciana un punto de referencia hasta 2015 cuando Eduardo Arroyo anunció el final, «por cansancio», dio como única explicación, que completó su mujer, la galerista Isabel Azcárate. «Lo hemos pasado muy bien, pero vamos teniendo una edad».

No quiso ir más allá Arroyo, aunque sí lo fue alguna vez en su visión de valle que le acogió, ese paraíso del que hablaba: «Estoy decepcionado y soy pesimista sobre su futuro, que pasa por una reordenación del Valle. No llega ninguna iniciativa. Es un lugar dejado de la mano de Dios, con una clase política absolutamente inepta, sin invenciones y no parece que vaya a mejorar», manifestó en una entrevista concedida a Ical sobre la tierra por la que mostraba auténtica pasión.

No se puede olvidar entre los ‘méritos’ de Arroyo y su vinculación con el valle de Laciana el haber descubierto a un artista que era su vecino, Jonás Pérez, un artesano para el que las palabras y el apoyo de Eduardo Arroyo resultaron fundamentales en su carrera y en la autoestima del viejo albañil que habían sido. Curiosamente la última presencia pública como artista de Arroyo en tierras leonesas fue para la exposición conjunta de ambos que se pudo ver durante el verano en el Centro del Clima de La Vid. Hablo Arroyo del «primitivismo poético» de su compañero de muestra, quien había dejado dicho sobre su obra que «es el fruto de ochenta años, que son muchos, sobre todo si durante ellos se ha pasado hambre y han ocurrido cosas tan tremendas como la Guerra Civil, la posguerra o la Segunda Guerra, cuyos ecos y tragedias también llegaron a España».

Hay otros pasajes más polémicios de la presencia de Eduardo Arroyo en León. No fue especialmente buena su relación con el Musac, aunque pudiera esperarse lo contrario, y dijo cosas fuertes del centro de arte. «No puedo entender que haya un centro de arte en el que los gestores se crean los artistas y se comporten como tal».
Pero la gran polémica de Arroyo, que le llevó a decir que León era «la ciudad donde peor me han tratado», fue la instalación de las famosas «moscas» en Puerta Castillo, un proyecto cercenado muchas veces, olvidado, en el que se llegaron a pedir firmas para retirarlo, lo que le arrancó otra de esas frases rotundas suyas cuando le preguntaron por el futuro: «Mira, que cojan las esculturas y las tiren al Bernesga, así tendrán el primer museo acuático de la historia».
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