Imagen Juan María García Campal

Argumentos, no amenes

12/05/2021
 Actualizado a 12/05/2021
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Desde largo tiempo –demasiado sable, demasiado cirio, demasiado silencio y bisbiseo– somos un país de amenes y, últimamente, de amenes políticos. Y por largo tiempo lo seremos, mucho me temo. Tenemos demasiado arraigado el conmigo o contra a mí. Si algo nos revuelve o encara, como a toros de buen trapío, es la crítica ajena –de la autocrítica hace tiempo que no se tienen noticias, ni se esperan–. Al menor vislumbre de ella, sordos si no ciegos nos quedamos y todos nuestros sentidos se van a preparar no la refutación o rebatimiento –que habría exigido la escucha de los argumentos expuestos por el otro–, no, sino el rebate, la pendencia o combate, amén –faltaría más– del distanciamiento o desconfianza hacia el crítico (¡ojo con este!).

Prueba de ello lo tenemos en la nueva pero viejísima normalización con que se han extendido en el lenguaje habitual el uso de términos genéricos como ‘fascista’ o ‘comunista’, así, sin más, no sólo sin conocimiento de la historia de su significado, sino también de su evolución o involución. No hablemos ya de los despreciables calificativos usados ‘ad personam’ sin el menor educado pudor o recato, pero sí con el que se tenía o creía desusado hedor. Es más, por ejemplo, en la «nefasta, histriónica e interminable campaña madrileña» (Javier Marías dixit), ¿qué hemos escuchado de la mayoría de candidatos: argumentos sobre la bondad de lo propio o insultos y descalificaciones hacia los adversarios?

Otra prueba de este conmigo o contra mí, de la total ausencia de análisis y crítica argumentada, ha estado y sigue estando en los días posteriores al 4M, principalmente, en la redes sociales en las que no ha faltado la contumaz persistencia no sólo en la descalificación de, cuando no insulto a, los candidatos sino incluso de y a los ciudadanos que acudieron a votar con el resultado sabido. Quizá algo parecido a todo esto me diera mano en su día para estos ‘Maitines laicos’ en renglones cortos: «Procura/ no dejarte envenenar,/ no rendirte,/no igualarte a nada de lo repudiado».

Mas no por ello olvidaré ni dejaré de intentar practicar cada día la sabia enseñanza de Fernando Savater de que: «no todas las opiniones son respetables, ni mucho menos. Lo que son respetables son las personas, pero no las creencias. No merece el mismo respeto una opinión que afirma que dos y dos son cinco que la que dice que son cuatro. Y eso es aplicable a cualquier contexto». No es cuestión de sentimientos, sino de argumentos, de cultura democrática.

¡Salud!, y cuiden y cuídense.
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