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Aquí no hay quien viva

19/05/2016
 Actualizado a 19/09/2019
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Se acabó el ruido en el edificio. No se dudará más del vecino de al lado, ni habrá discusiones en el rellano. El portero no levantará más sospechas. Tampoco el presidente de la comunidad. No más chismes, no más envidias, no más rencores. No más sonrisas vacías. Se acabó.

Así se cocinó la caída al vacío de una Cultural que asombró primero y decepcionó después motivado por su profunda crisis interna, pocas veces tan visible como en el partido final, un espejo por el que desfilaron todos los problemas acumulados. Fueron un grupo de grandes chicos que no supieron funcionar como grupo. Faltaron líderes y sobró leña en el fuego.

Juan Ferrando fue un técnico superado. Su débil posición de partida le convirtió en una presa fácil hasta convertirse en la primera víctima. Poco se puede objetar de su capacidad de trabajo, su implicación, su cercanía a la base o su apego a un amplio sector de la afición. Un buen tipo que, sin embargo, no atajó los males. Le sobraron conflictos internos y le faltaron autoridad y recursos para recuperar el control.

Apostó por un fútbol de dominio, posesión y velocidad , pero el esplendoroso otoño dejó más defensa que ataque, más control que vértigo, más puntos que juego. Meritorio en cualquier caso. En el desplome reaccionó tarde y no sacó jugo a sus recursos, individuales (Villar, Marcos, Navas…) y colectivos (tardíos cambio de esquema y reubicación de Cristóbal). El balance alcanza lo aceptable, sin más. La Cultural no se ha superado y pocos jugadores mejoraron sus prestaciones pasadas. Seguramente Leandro, tal vez Santos. Poco más.

El viento empuja a Rubén de la Barrera, otro estudioso, otro ‘moderno’ del fútbol al que el Reino le viene como anillo al dedo. Una coherente elección. A su corto y notable currículum le falta la experiencia en una gran plaza de la categoría.

La Cultural lo es, en las buenas y en las malas. Las victorias se disfrutan y las derrotas apenas se digieren. Presión y entusiasmo. Obligación y respaldo. La ilusión ya espera a la vuelta de la esquina, en la calle Desengaño.
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