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Aquí no hay quien aplauda

18/03/2020
 Actualizado a 18/03/2020
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Primer día de estado de alarma. Dicen que a las diez de la noche la gente va a salir a las ventanas para aplaudir como reconocimiento a todos los profesionales de la sanidad pública que se están jugando el pellejo. Son nuestro ejército, los que salen de la trinchera para ayudar a un herido a llegar a ella y ponerle a salvo. Son los que llevan como escudo su profesionalidad. Llegan las diez de la noche y los balcones y ventanas de las ciudades se llenan como si todos estuviesen en la calle Estafeta viendo un encierro de ‘victorinos’. Yo me asomo a la ventana, ni un alma.

Segundo día de estado de alarma. Dicen ahora que se adelanta el aplauso a las ocho de la tarde para que se puedan sumar los niños. El motivo sigue siendo el homenaje a los sanitarios pero ya empiezan a circular mensajes para que se aplauda a los trabajadores de los supermercados y a cuantos por su trabajo tienen que dejar el confinamiento para otro rato. Me asomo a la ventana, ni un alma.

Tercer día de estado de alarma. Barrunto que hasta el 26 de marzo vamos a tener aplausos. Las redes sociales, ese arma de destrucción masiva, vuelven a convocar a las ocho a los confinados que se vienen arriba y ya no se conforman solo con aplausos. Tiran de instrumentos y altavoces para montar una fiesta haciendo alarde de que aquí a la mínima se lía. Se acuerdan de los agricultores y de los ganaderos. Me asomo a la ventana, ni un alma.

Cuarto día de estado de alarma. Dale que te pego con los vídeos de aplausos. Empiezo a pensar si será cosa de mi calle y lo mismo en la del Arrabal o en la Bufalapluma hay alguien aplaudiendo. Pero nada, tampoco. Porque algo se oiría y aquí solo llega con el viento el ruido de las máquinas de ordeñar. Llamo a uno que vive en la calle Real. Le pregunto si hay algo. «Ni un alma». En el pueblo no es extraordinario que no se escuche nada en las calles al caer la noche. El silencio ya se instaló aquí al acabar el verano. La diferencia es que ahora nos han dejado mudos y con la incertidumbre sentada, por ejemplo, a la puerta del consultorio médico cerrado a cal y canto. Lo que no consiguió el ‘coronaIgea’ lo ha conseguido el coronavirus. No hay mayor reconocimiento que la responsabilidad. Hoy más que nunca y cuando todo pase, con más razón.
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