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Aquellas cuevas

04/04/2021
 Actualizado a 04/04/2021
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Aquellas cuevas seguro que esconden el oro, pensaba al verlas desde el 127 de mi madre cuando recorríamos la N-601 en verano hasta la finca de mis tíos en Santas Martas, cantando «Santas Martas tiene tren / pero no tiene tranvía…» sin saber que la canción original es un clásico caribeño dedicado a la amable y vibrante ciudad colombiana de Santa Marta. Viva nosotros.

Esas oquedades constituían un misterio y un lugar que aspiraba a conocer, como de peregrinación al que ir pero nunca ir. Una vez hicimos una tentativa en bicis de cross mi primo y yo pero nos quedamos a las puertas, en Puente Villarente, por no cruzar el Porma, donde también me decían mis fantasías que en su ribera había tesoros enterrados, o botines como los millones de algún Dioni, más bien, porque en aquellas décadas ¿quién no tenía un vecino atracador?

Las cuevas se veían atractivas y peligrosas al estar imposiblemente excavadas en la pared de un risco, y suponía todo un reto alcanzarlas. Años después he seguido considerándolas la Meca (o la cueva de Aladino, que me confundo con la imaginería que me es ajena). Y les he llegado a encontrar parecido, quizá por el vacío que siento de no conocerlas, a otras sí visitadas como las menorquinas de la playa de Trebalúger, morada hippie. A la Cova d’en Xoroi les encontraré el parecido cuando los gestores de las que nos conciernen las abran (además de como reciente atracción turística) para ver puestas de sol bebiendo mojitos en la temporada de verano.

Aquel castro u otero en cuya escalonada pared se encuentran las enigmáticas cuevas tiene de nombre, puesto por los romanos, Monte Jano, porque al dominarse desde él todas las llanuras de los alrededores se le atribuirían buenas condiciones para la vigilancia, y por eso hace honores al dios de dos cabezas y protector del estado (aunque a algunos el nombre les suene a diminutivo de Ale-Alejandro) Antes de los romanos estuvieron por allí los astures, quienes ya habían levantado la villa próxima de Lancia, que luego los latinoparlantes mejoraron y todavía se conserva en parte. Pasaron los siglos y llegó la muy pía y rezadora Alta Edad Media. Y fue entonces cuando se picaron con el propósito del retiro espiritual mis queridas cuevas, o eremitorios, para ser más precisos. Las Cuevas Menudas de Villasabariego o antiguas Cuevas del Moro, visita obligada hoy mejor que mañana.
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