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Apuntes sobre el miedo

29/02/2020
 Actualizado a 29/02/2020
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Decía Federico García Lorca que «hay cosas encerradas dentro de los muros que, si salieran de pronto a la calle y gritaran llenarían el mundo». Propuse a mis alumnos disertar sobre tales ocultas cosas y entonces surgió la palabra de moda: el miedo. Esa sensación vírica de angustia que se propaga como la pólvora y que generalmente aparece provocada por la presencia de un peligro real o imaginario que nos atenaza la voluntad y acogota el intelecto.

Hay personas tan miedosas, que por temores incomprensibles permanecen perennemente en estado de inmovilidad perpetua, no viajan recelosas de que les sobrevengan cataclismos de toda índole o padecen aguda aprensión de quedar al descubierto a merced de las miradas asesinas del resto del mundo al que juzgan mezquino. A menudo el temor les torna suspicaces fomentando en ellos una cierta desconfianza biológica frente al extranjero al que demonizan por poseer deplorables hábitos alimenticios y costumbres higiénicas inadmisibles. Sentencian que tales despropósitos, tan lejanos a nuestras civilizadas tradiciones occidentales, nos han traído estos males víricos coronarios que protagonizan todas las portadas, tertulias y trending topic en los mentideros digitales estos días.

Es el tema corona que reina en nuestras conversaciones sea el trabajo, la barra del bar o en el aula del instituto.

A menudo nuestros argumentos se asientan en bulos o informaciones no contrastadas sobre el estímulo desencadenante por lo que existe alto riesgo de que sea el secuestro emocional y no el fundamento razonado quien concluya y sentencie por nosotros. Siel cerco se estrechara y se fuera incrementado el número de casos afectados afectos a nosotros, seguro que iría aumentado nuestra susceptibilidad haciéndonos más proclives a creer en declaraciones falsas y adoptar actitudes potencialmente problemáticas y nocivas para nuestro bienestar social y económico. Pudieran aumentar hostilidades y multiplicarse los recelos. Ya han surgido los oportunistas que se están aprovechando del pánico social y pueden agudizarse fobias. Por lo tanto antes de permitir que el miedo se apodere de nosotros hay que hacer un ejercicio de reflexión y preguntarse qué es lo que tememos, si a un virus o a los fantasmas del pasado.

Confiar en los expertos que pueden aportar la solución sin permitir que sean las redes sociales o los mentideros mediáticos y digitales de corte sensacionalista los que tomen las riendas. Como indica Saramago en su Ensayo sobre la ceguera procede «la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron». Ojo con dejar que el miedo nos ciegue.
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