29/01/2018
 Actualizado a 09/09/2019
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Volver es siempre una provocación. Y hacerlo a pelo,y a mitad del invierno, es mucho más que una provocación; es una burla. Una burla del destino, que es quien se encarga de hacerte coincidir con el Presidente del Gobierno, que ha ido allí, a León, no a venerar a San Antón, como el cronista, y a la celebración delante de Botines, con gochín y hoguera y subasta, sino acauterizar heridas producidas por una solemne metedura de pata ignorante de que en San Isidoro se convocaron hace mil años las primeras cortes, inicio al parlamentarismo tal como hoy lo conocemos.

Nadie debería regresar a su tierra si no es por mandamiento judicial, o para enterrar a un deudo, o para hacer alarde de lo bien que le ha ido por el mundo. Como el Alvargonzalez de Antonio Machado que regresa de lejanas tierras, rico, aunque «con ojos grandes y negros / llenos de melancolía» y entra en la casona familiar, una noche de nieve, en pleno invierno, y se encuentra a sus dos hermanos mayores, ateridos, frente a un fuego más que discreto. No tienen leña.

El cronista piensa que lo más hermoso que vio fue a su hermana prender la cocina económica, la bilbaína de siempre, con unas piñas enormes, removiendo el badil para desatascar la rejilla. Lo más hermoso y lo más tierno. Eso es lo que le viene a la memoria al regresar a Tabarnia y volver a verse envuelto en la trama catalanista de la investidura del huido Puigdemont como presidente. Esto y el relato de su amigo de infancia, uno de los que emigraron a Alemania y allí aprendió a dejar de ser un campesino y a convertirse en hombre de negocios. Pero tampoco allí enseñaban los finales felices. Y él ahora, sólo y abatido, en una pensión de mala muerte, rememora los tiempos en los que en León, en las zonas mineras, corría el dinero y no tenías más que pedir lo que quisieras y decirle al dueño: Apunta, Leto.

Eso le debió decir el Alcalde de León al Presidente del Gobierno cuando le pidió que le ayudara a hacer de León una Ciudad de Oportunidades: Apunta, Mariano. Y probablemente estaba pensando en ayudar a los leoneses a irse deshaciendo de las cocinas económicas (bilbaínas) y hacerse con una estufa de ‘pelets’ que se programa con el móvil desde lejos y solo gasta unos euros al día, que es lo que vale el paquete. Pero no se puede confiar en alguien que no sabe encender una cocina con las grandes piñas del monte. Del monte de los recuerdos. Apunta, Leto.
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