19/06/2017
 Actualizado a 12/09/2019
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Sostiene la profesora Adela Cortina que el desprecio al pobre es una «patología social» difícil de erradicar puesto que nos viene enquistada en la mente. Lo mismo que el terror a lo desconocido, la tendencia a la molicie, o la pena por tenerse que morir.

Pero hay una «aporofobia» que el cronista ha detectando al tenerla que sufrir y que se presenta con dos caras: una, la de ser despreciado por los de una región rica por el hecho de ser originario de una pobre; y otra, la de serlo, despreciado, por parte de personas cercanas por culpa de ser titular de una baja pensión. En cuanto a la primera, el ser leonés en Cataluña equivale a «ser español» y por lo tanto a ser visto como un pobre de pedir, y además, opresor contumaz del pueblo catalán al que está impidiendo votar su secesión. Y en cuanto a la segunda, el haber sido trabajador autónomo le deja en precario al lado de quienes fueron mineros, estibadores, diputados, o maquinistas de la general.

La profesora Cortina no habla de esta última rama de la aporofobia, la del desprecio sufrido a manos del cuñado, vecino, o mangarrián que no estudió, pero que se encontró con la bicoca, y que dobla en subsidio a cualquiera que haya sido autónomo común, y, sin embargo, es la que está a punto de provocar más crímenes en nuestra sociedad. Porque, que le echen en cara a quien, en vez de buscar la teta del estado o arrimarse a la multinacional, fundó una empresa que dio empleo a una docena de trabajadores, pero que cotizó como autónomo y ahora cobra una miseria, eso ya es como para sacar la escopeta nacional.

Que le acusen de ser un fracasado, un desgraciado mileurista, unos que jamás movieron un dedo por prepararse para nada y que ahora se ufanan de su analfabetismo estructural, eso no es ya que clame al cielo sino que clama al turco San Caralampio, el de la Toja, patrono de los cojos y bebedores, y que aguantó el martirio cumplidos los 100 años, o más.

Y que gente como Pep Guardiola y sus colegas separatistas que viven del presupuesto de la Generalitat y van a cobrar el día de mañana un dineral, acusen al resto de los españoles, a todos los que no viven en el Edén, de ogros, opresores, y poco menos que fascistas que se ensañan día y noche y sin descanso con el sufrido catalán, eso ya ni San Caralampio lo puede arreglar. Porque el desprecio hacia el pobre no tiene solución, especialmente si lo padece un necio de solemnidad.
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