21/03/2020
 Actualizado a 21/03/2020
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"Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias– para decidir su propio camino". Son reflexiones queViktor Frankl neurólogo, psiquiatra y filósofo austríacohizo en su libro 'El hombre en busca de sentido'. Palabras que son, más que nunca, argumento deautoridad,pues brotan de unaexperiencia de supervivenciaen varios campos de concentración nazis, incluidos Auschwitz y Dachau entre los años1941 y1945.

Obviamente la situación que vivimos, dentro de lo nunca visto, no es ni por asomo parecida. Nadie vendrá a buscarnos ni a llevarnos a un campo de exterminio gobernado por esbirros desalmados.

Estos días campan a sus anchas los consejos, recomendaciones, las noticias, los bulos. Ráfagas de información que invaden machaconamente pantallas vapuleando ánimos en diferentes sentidos. Nunca antes habíamos padecido tal síndrome de infoxicación provocado por lasautopistas informativas. Aunque benditas sean lasplataformas digitales que noshermanan en la calamidad. Que nos permiten conectarnos con el alumnado para asegurarles elacceso a una educación que les encaminará en la vida, que nos traen noticias de amigos que reaparecen para interesarse por nosotros. Viva a esa tecnología de la información y la comunicación posibilitadora deesperanzas quesoninfinitamente compartidas. Porque tenemos ganas de buenas noticias. Necesitamos salir a los balcones para aplaudir a los que nos cuidan sean médicos, residentes,enfermeros, celadores, administrativos de los hospitales , trabajadores de supermercado, transportistas, agricultores, ganaderos,personal de limpieza, a los políticos que también piensan en los sin techo y que tienen sobre sus espaldas la presión de acertar y –como aseguraba algún periodista– la gestión de la perplejidad. Tendríamos que batir palmas tambiénporlos cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que garantizan el cumplimiento de la legalidad vigente tan vital en momentos de crisis.Y por el mundo de la cultura, y los medios de comunicación que nos hacen liviano el encierro.

Toca concentración, como antes de cualquier gran partido, pero en este casola victoria está asegurada.
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