Aperos de día grande

26/10/2021
 Actualizado a 26/10/2021
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Es el rincón de las sacristías que acoge los aperos, con perdón, que anuncian día grande, la procesión de las patronales o fiestas que relucen más que el sol —cuando los jueves no caían en domingo— en las que el olor a incienso embriagan a los asistentes, en el sentido que los chavales modernos dicen que «pone o coloca».

(Nota: Cierto que también salen estos mismos aperos religiosos en procesión en los entierros, pero no están las cosas para mirarse en los espejos de la tristeza).

Está la Cruz procesional y sus ciriales esperando a esa fiesta mayor para recorrer las calles, sin una mota de polvo, portadas por tres vecinos del pueblo, generalmente aquellos más proclives a la causa, los que ellos mismos se sienten más respetados en sus pueblos, lo que se definía antiguamente como gente de orden.

Aunque no falta en el anecdotario de nuestros pueblos historias que cuestionan este orden establecido. Os cuento una, muy cercana. El pastor de la vecera siempre había manifestado su ilusión por llevar la Cruz en la procesión que recorre las calles del pueblo ‘asfaltadas’ con amarillas flores de escoba que los chavales de la escuela habían recogido durante semanas. Aquel año el pastor iba allí, en primera fila, cuando el que portaba la Cruz le hizo un gesto para que la cogiera. No se lo acaba de creer.

La llevaba, orgulloso y emocionado, cuando se le acercó otro vecino, el que siempre maliciaba que hay gato encerrado en las bondad inesperada y no cree en los milagros.

- ¿Te tocaba hoy el agua en algún prado?

- Sí, en la huerta de la abuela Engracia.

- Pues vete, que te la van a quitar.

Y cuando llegó a la huerta de la abuela Engracia aquel ilustre vecino que le cedió la Cruz estaba quitándole el agua.

Milagros... los justos.

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