Aparecen nuevos casos de exseminarias de La Bañeza que sufrieron abusos

Continúan sumándose casos de exseminaristas de La Bañeza que sufrieron abusos por parte del párroco José Manuel Ramos Gordón, que denuncian también "palizas tremendas" en el centro

Cristina Centeno
17/12/2017
 Actualizado a 10/09/2019
Imagen de la concentración de apoyo a las víctimas que se convocó en Astorga el pasado mes de febrero. | ICAL
Imagen de la concentración de apoyo a las víctimas que se convocó en Astorga el pasado mes de febrero. | ICAL
"Llegué a robar para que me sacaran de allí". Ese ‘allí’ es el Seminario San José de La Bañeza y lo dice otra más de las víctimas del párroco cuyo nombre ha vuelto a salir a la luz estos días gracias a la emisión el pasado domingo del programa ‘Salvados’ centrado en los casos de pederastia en la Iglesia: José Manuel Ramos Gordón.

Lo dice Andrés González, un leonés natural de La Pola de Gordón que ahora vive en Francia y ha decidido romper su silencio después de conocer la historia de alguno de los antiguos alumnos de ese centro. Relatos que «me removieron por dentro» después de más de dos décadas sin haber dicho nada de lo que allí había sufrido, ni siquiera a sus padres.

Su testimonio encaja con las fechas en las que Ramos Gordón, con el que «aluciné» al ver el nombre, se encontraba en ese seminario dando clase. Allí, González estuvo interno durante dos cursos. Tenía de aquella doce y trece años y llegaba de estar interno en el seminario de Astorga, donde «estuve muy a gusto» y «todo era muy diferente».Ya en La Bañeza, empezó a notar cosas «raras».

Dormían en una especie de habitaciones divididas por un gran pasillo central y separados de sus compañeros por un pequeño tabique a cada lado de la cama. Cuando llegaba la hora de acostarse, empezaban los abusos que también denuncian otros exseminaristas. El sacerdote «paseaba» por el largo pasillo para comprobar que todos estaban dormidos y «cuando le apetecía hacía lo que le daba la gana con nosotros», cuenta Andrés haciendo referencia a abusos de tipo sexual. Comenzó a saber que «algo pasaba» al poco de llegar. «Empecé a notar algo raro cuando él entraba en las duchas y nos observaba sin ningún pudor», asegura el denunciante, «nos decía cómo teníamos que lavarnos». Poco después comenzaron los abusos, «una de las noches empezó a sobrepasarse conmigo», recuerda. A partir de ahí, no sabe exactamente el número de veces en las que aquello sucedió, pero «fueron muchas», «las que quiso, porque hizo de mí lo que quiso». De todos esos episodios, no dijo nada. Únicamente lo comentó con dos de sus compañeros que también los habían sufrido, pero ninguno de ellos se atrevió nunca a denunciarlo ante los superiores del centro ni al que fuera director, Gregorio Rodríguez. Aquello era «el horror», pero «es muy difícil siendo niño decirlo, yo no lo había hablado en toda mi vida», asegura, incluso «he intentado olvidarlo y que nadie supiera nada, guardándomelo para mí, pero al volver a verlo –en referencia a las informaciones aparecidas en la última semana– me ha dado mucha pena, porque pensé que solo me pasaba a mí y no tengo nada que esconder», justifica.
Desde que comenzó a sufrir los abusos, «sólo quería salir de allí».

-¿Cómo pasó las noches tras los primeros abusos?
Allí no se podía ni dormir, porque si no eran palizas, era él (Ramos Gordón) el que estaba por allí, estabas deseando que se hiciera de día y levantarte, las noches eran lo peor.

A partir de entonces, «me vengaba haciendo tonterías», recuerda, con el único fin de que se lo hicieran llegar a sus padres y le expulsaran del centro. Una de esas «tonterías» fue robar unas diapositivas a uno de los maestros y enterrarlas debajo de un árbol. «Hice todo lo posible para que me sacaran de allí, buscaba que me expulsaran, pero no había manera», recuerda. También le costó convencer a sus padres –a los que nunca se atrevió a contar lo que realmente sucedía– de que le sacasen de allí. «Mi madre quería que yo fuera sacerdote», confiesa, asegurando que fue a su padre –ya fallecido– al que consiguió convencer a base de insistir en que si seguía en La Bañeza «dejaría de estudiar».

Cuando nos íbamos a acostar se paseaba y cuando le apetecía hacía con nosotros lo que le daba la ganaSon varios los exseminaristas que han denunciado ya los abusos por parte de este párroco, que fue durante más de veinte años sacerdote de la localidad zamorana de Tábara y al que la Diócesis de Astorga retiró de su labor pastoral en julio del año pasado, tras conocer la denuncia por abusos sexuales de uno de los alumnos del Seminario de La Bañeza en los años 80, cuando ejerció allí labores docentes. Después estuvo en el Colegio Juan XXIII de Puebla de Sanabria, donde también ha habido denuncias por este tipo de abusos y, más tarde, fue destinado a la parroquia de esa localidad zamorana, donde le tenían por un «cura bueno». De hecho, en el programa de La Sexta titulado ‘El silencio de La Bañeza’, son varios los vecinos del pueblo que defienden que de su etapa en Tábara «solo tenemos palabras de gratitud» mientras otros justifican que «es un pasado muy lejano» y que «sí, es un pederasta, ya lo sabemos, pero cuántas cosas habrá peores». Eso sí, sorprendió que se fuera de repente cuando fue apartado de las labores pastorales al conocerse la denuncia.

Palizas "por cualquier cosa"

Pero no únicamente se denuncian abusos, también agresiones físicas. Lo han afirmado varios exseminaristas a este periódico, incluso los que confirman que nunca vivieron ningún episodio de carácter sexual con los párrocos en los años que ellos estuvieron internos.

González recuerda algunos castigos. Había «palizas por cualquier cosa», asegura, tanto a la hora del rezo como en las horas de estudio. «Igual era la hora de rezar y hablabas sin querer o te reías por algo y te ponía en medio de todo el mundo y se sacaba el cinturón», recuerda. En otras ocasiones, «nos mandaban meter las manos en el bolso del pantalón y nos daban bofetadas», asegura. En más de una ocasión, «vi a algún compañero llegar marcado por palizas a golpe de cinturón, no sabías que decirle».

Allí no se podía dormir, si no eran palizas era él paseándose, estabas deseando que fuera de día y poder levantarteAndrés González también habla de otro sacerdote que cometía este tipo de abusos y que ya fue acusado por otro exseminarista cuando salió a la luz a principios de este año la denuncia que hizo a la Santa Sede la primera víctima en dar el paso, que ha preferido mantenerse en el anonimato durante todo este tiempo. Se trata de Ángel Sánchez, sacerdote de la localidad gallega de O Barco que negó a sus feligreses haber cometido cualquier tipo de abusos sexuales.

Andrés pasó dos años en el Seminario de La Bañeza hasta que, por fin, logró salir de allí. Del nuevo centro al que fue enviado solo guarda buenos recuerdos, igual que del seminario de Astorga en el que estuvo anteriormente y que «no tenía nada que ver». De hecho, de este último todavía guarda amistad con uno de los sacerdotes que fue su profesor durante esa etapa y con el que aún queda cuando regresa a España, ya que por motivos laborales tuvo que irse a Francia en el año 1995.

Un delito prescrito

El caso de abusos sexuales a menores por parte del párroco José Manuel Ramos Gordón salió a la luz el pasado mes de enero, cuando una de las víctimas –protagonista del programa ‘El silencio de La Bañeza’ de Salvados– denunció a la Santa Sede su caso y consiguió que se abriera una investigación en la Diócesis de Astorga con la que no quedó satisfecho, como aseguró al periodista Jordi Évole. Para las víctimas, la pena contra Ramos Gordón fue «ridícula» y en una manifestación en Astorga denunciaron también a los que «encubrieron» los casos en aquel seminario.

Los hechos se cometieron en los años 80, por lo que los delitos ya habían prescrito cuando se hizo la primera de las denuncias. A pesar de ello, se inició contra Ramos Gordón un proceso en el que se le declaró culpable, privándole de todo cargo pastoral durante un año.

En ese momento, el hoy obispo de Astorga, Juan Antonio Menéndez, aseguró también que la Diócesis pondría en marcha un nuevo protocolo para evitar cualquier nuevo caso de pederastia.
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