Antonio Manilla: "Quise acudir a la era, ganar un corro... de las palabras"

El poeta y escritor leonés resultó ganador del IConcurso de Relatos de Lucha Leonesa del Ayuntamiento de Valdefresno. El leonés, aficionado a este deporte y que no se pierde nunca el Ribera contra Montaña, confiesa la ilusión que le hace "haber podido ganar un corro de lucha leonesa... aunque sea de palabras"

Fulgencio Fernández
27/03/2021
 Actualizado a 27/03/2021
Manilla ante el cartel del concurso de relatos de Valdefresno. | DAVID RUBIO
Manilla ante el cartel del concurso de relatos de Valdefresno. | DAVID RUBIO
El Ayuntamiento de Valdefresno dio a conocer el nombre de los ganadores del I Concurso de Relatos de Lucha Leonesa que patrocina el propio municipio de la Sobarriba. Y el ganador del primer premio fue el conocido y reconocido escritor leonés Antonio Manilla con  el relato ‘El último agarre de Nemo’. Manilla, poeta, ensayista, crítico, novelista o columnista de prensa, ya ha sido reconocido con premios como el IV Premio Emilio Prados en 2002, XII Premio José de Espronceda en 2007, XVIII Premio Ciudad de Salamanca y XVII Premio Paul Beckett de Poesía en 2015 o los XXI Premio Internacional de Poesía Generación del 27,  Ateneo Navarro en 2018 y el más reciente, el XIII Premio de Novela Corta Encina de Plata, una novela que se desarrolla en León.

– ¿Qué te llevo a presentarte a este premio después de haber ganado algunos de los más importantes de poesía?
–Lo primero, participar en este primer ‘Corro’ de relatos sobre la Lucha, acudir a la era y poner mi granito de arena atándome el cinto porque me pareció una iniciativa que unía dos elementos muy significativos de lo leonés, dicho sin leonesismo ninguno: la literatura, que aún vive un siglo dorado que estupefacta a propios y extraños por la altura que ha sido capaz de alcanzar, y los aluches, la única lucha que existe en toda la Península Ibérica y que, llegando a nosotros acaso desde la prehistoria, no sé si tiene todo el apoyo de las instituciones y la relevancia que se merece por su extraordinaria singularidad. En segundo lugar, el «trofeo» de lucha con que se premiaba. Me hace una gran ilusión, puede que infantil, no lo niego, por ser de una zona de la montaña sin tradición luchística, haber ganado un corro aunque sea de palabras.

–¿Qué cuentas en ‘El último agarre de Nemo’?
–  El argumento del relato es un agarre que sucede en plena noche, en una campa perdida, entre un luchador que regresa a su pueblo tras ganar un corro y un viejo luchador que está echado al monte con el maquis. Me han dicho que la historia es bastante cinematográfica, pero tiene como trasfondo dos asuntos que a mí me interesaban especialmente, como reconocer el momento adecuado para retirarse de un campeón y la transmisión del patrimonio inmaterial, en este caso una maña, poco más que un gesto. Está dedicado, inspirado por esa intención de ensamblar literatura y aluches que ha animado a convocar este premio, a la memoria de Higinio del Valle, pintor de la revista Claraboya que realizó ilustraciones de lucha.

–¿Cuál es tu relación con la lucha leonesa?
–Mi relación es de aficionado que «vive» con mucha intensidad los Ribera contra Montaña y que además gusta como espectador de casi todos los deportes de contacto. Ponerme el cinto nada más lo hice una vez, también de noche, como en el relato, y fue con el escritor asturiano Xuan Bello, un día que estábamos charlando de las diferencias y semejanzas entre nuestros aluches y el «baltu» del otro lado del cordal. Ahí me di cuenta de lo difícil que es la lucha, porque, siendo él como mucho un medio y yo un pesado, no era quién a llevarlo por la fuerza.

–¿Crees que la lucha debería estar más ‘protegida y mimada’ como una seña de identidad de lo leonés?
– No soy mucho de identidades, rasgos definitorios ni de boinas étnicas, pero la lucha tiene un valor enorme por sí misma. Además de ser la única lucha histórica de la península, como les he dicho a las autoridades presentes en la entrega del premio, es algo propio. León es «tierra con algo propio». Y esa es la riqueza del futuro, porque la diferencia en un mundo globalizado vendrá dada por la posesión, conservación y defensa de esa mayor densidad de realidad. La cultura es singularidad, el «algo propio» no son usos y costumbres antañonas. Defender la excepcionalidad de un corral de gallos de pluma, una lengua descarriada como el llionés, el simple nombre de mastín leonés o «pesca a la leonesa» que nuestra administración no reconoce, como defender la lucha, es defender nuestro futuro.

–¿Si quisieras representar los valores del deporte en un luchador a quién elegirías?
–Seguramente no a un ganador. Quizá a Nacho, a Morín o a mi amigo Víctor el Canario cuando se queda solo en medio del corro defendiendo a la Ribera contra un montón de luchadores de la Montaña, bajo la atenta mirada de su hijo, hasta que se desfonda. Como ejemplo de rivalidad recuerdo la de Ernesto y Benigno el de Valdealiso, pueblo de uno de mis abuelos, que fueron los Messi y Cristiano Ronaldo antes de Messi y Cristiano: talento innato contra competitividad espartana. Para mí, Ernesto el de Argovejo es el mejor luchador que he visto. Seguramente lo sería igualmente, pero la competencia con Benigno pienso que lo mejoró. Dieron combates épicos.
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