Antonio 'escribe' su página número cien

León suma un nuevo vecino a la privilegiada nómina de centenarios, un apasionado de la lectura que llegó desde La Uña a Santa Ana

C. Centeno
19/01/2019
 Actualizado a 13/09/2019
Antonio Ibáñez entró el martes pasado en la lista de centenarios. | MAURICIO PEÑA
Antonio Ibáñez entró el martes pasado en la lista de centenarios. | MAURICIO PEÑA
Sentado en una esquina del sofá y con un libro entre las manos, Antonio Ibáñez disfruta contando la sencilla pero «bonita» primera celebración de su siglo de vida sin imaginarse que no será la única y que este sábado habrá otra aún más especial, porque cien años bien lo merecen.

Apasionado de la lectura y aficionado a las partidas de cartas, entra en la privilegiada nómina de centenarios de la provincia perfectamente lúcido y con los recuerdos intactos, porque mientras la «modorra» todavía se defienda, como él dice señalando a la cabeza, «los años no me tienen amarrado».

Hace dos décadas que bajó de La Uña, su pueblo natal, al barrio de Santa Ana de la capital para vivir con una hija, Isolina, y su yerno, Javier, y pese a que tuvo que abandonar la localidad en la que residió siempre, reconoce que no fue por obligación y que «aquí –en León– estoy encantado de la vida». Allí, en la montaña leonesa, en el último pueblo de la provincia antes de pasar a Asturias por el puerto de Tarna, Antonio fue cantero y ganadero, «de todo un poco» y también de allí guarda todos los recuerdos. «Empiezo a pensar y desde que tenía siete años o por ahí que es cuando empieza uno a pensar algo, me acuerdo de todos los paisanos del pueblo», presume para demostrar que su cabeza resiste intacta al paso del tiempo.

Eso sí, dice que la que no ha sobrevivido al tiempo es La Uña y, por eso, reconoce que no volvería y que, ahora, está mucho más a gusto en León. «Si me mandasen ir a vivir al pueblo ahora no iría, no me gusta», sentencia. En la capital está acostumbrado a salir, conversar con unos y con otros en la zona de José Aguado, ir a ver cómo juegan la partida (ahora a la Puentecilla, donde en poco tiempo ha hecho un grupo de amigos) y un largo etcétera, mientras que en el pueblo, asegura su yerno, es fácil estar un día sin encontrarse con nadie y «se aburre».

Tiene tres hijos, seis nietos y cuatro biznietos, una «familia numerosa» de la que presume porque «es muy buena» y, siendo así, «yo tengo que serlo también».
En la memoria de Antonio están también momentos que le gustaría borrar o directamente no haber vivido, en concreto uno, la Guerra Civil, en la que estuvo. Apenas tenía 17 años cuando estalló, pasó en ella 23 meses, los últimos en Teruel, «la ciudad más nombrada». Lo recuerda todo, desde la ida hasta los meses que se retrasó su vuelta una vez concluida y las peripecias del viaje de regreso desde Santa Cruz de Tenerife a León, pero «no se puede hablar mucho de la guerra, el que estuvo en ella cada vez que habla tiembla», admite.

Lo relata sin soltar el libro que está leyendo esta temporada, ‘La bruja’ de Camilla Lackberg. Porque esa, la lectura, ha sido siempre su gran afición. Desde la novela negra hasta la prensa escrita. Este sábado, él es el protagonista de una de esas páginas que tanto le gusta leer. Esa en la que la noticia son sus cien años de vida, la historia que nunca hasta hoy había leído pero sí vivido.
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