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Antonio el de Eusebio

05/02/2023
 Actualizado a 05/02/2023
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A veces la infancia se te escapa en autobús, coge el coche de linea y se va definitivamente. Se difumina esa patria común, presuntamente feliz siempre, cuando desaparecen quienes le ponen alma a la memoria, nombres y apellidos, protagonistas.

Acaba de pasar. Ha cogido el coche de linea a la eternidad —nunca mejor dicho—Antonio Reyero, el último de los hermanos de Casa Eusebio —por cierto, nombrar al patriarca y no acordarse de la señora Lola sería tan injusto como inaceptable—. Antonio era, en realidad, el último de los que quedaron en España (aún vive en Méjico Paco). Seis hermanos, todos varones, una historia, una infancia y una vida, pues si los recuerdos pasan por algún rincón, ése es el Casa Eusebio (Reyero):bar, coche de linea, empresa deautobuses, la primera televisión de la comarca, el sifón para detectar a distancia los chavales que nos colábamos entre las madreñas y boinas de los paisanos para ver en directo el milagro de la televisión. Hasta lograr un pacto: los sábados, a las cinco, la televisión se convierte en cine para los chavales. Allí vimos cada sábado ‘Viaje al fondo del mar’ y allí coincidimos con el pastor de la majada de Moro Quil, que también veía extasiado, por primera vez, la magia de la televisión.

- ¿Te gustó?

- Mucho, pero no puedo entender de dónde sacan tanta agua si no veo más que cables, ninguna tubería.

Allí se reunían al amanecer mineros camino de Bardaya y viajeros camino del médico o el banco, estudiantes que regresaban al internado... «un copín de orujo o anisete y al autobús que ya estaba Antonio al volante». Pero Antonio se ha ido. Ser ha ido el coche. La infancia.

Decían que Antonio era el que mejor entendía la nieve, él sonreía con la sonrisa de los Reyero, con pocas palabras pero cuando abría el baúl de las historias era un ingenioso torrente. Era el más libre de todos, independiente, y un día decidió disfrutar de la tranquilidad de ver la belleza que encierra la vida. Vestido siempre de caballero antiguo observaba todo, se sentaba en una terraza, paseaba, subía la belleza a su autobús.

Ayer sacó billete sin vuelta, encontrara belleza allí. Sonreirá al biés.
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