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Antiterrorismo rural

26/05/2023
 Actualizado a 26/05/2023
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«La agonía del campo está encendiendo un poso maligno, un residuo de individuos feroces que se están convirtiendo en un peligro para todos. Son los terroristas rurales». Leo esta columna en un periódico nacional y algo se me da la vuelta por dentro.

Terrorismo rural es el que se está ejerciendo contra el campo y no al revés. Terrorismo rural es la invasión de urbanitas que se van a vivir a la aldea y protestan porque la calle esté cuajada de cagajones de vaca o porque el gallo les despierte. Terrorismo rural son las compañías eléctricas que usan para su provecho los campos y los montes como gigantescas plantas generadoras de electricidad. Terrorismo rural son las grandes empresas que levantan macrogranjas maltratando a los animales y contaminando los acuíferos.

Pero no, resulta que las gentes del campo tienen la culpa de todo. Son los ignorantes, los antiecológicos, los derrochones, los violentos, los que queman el monte, los que pintarrajean los coches de los animalistas. Luego están los que con la sequía se llevan las manos a la cabeza, ¡el 80 % del agua que se consume es para la agricultura! (sin pensar que ellos mismos se están comiendo los tomates y las lechugas de esos agricultores).

Sería interesante hacer un estudio de los titulares que se publican en los medios sobre el campo, los agricultores y la España rural. Esos estudios que elaboran nubes de palabras e indican si el sentimiento es positivo o negativo. El resultado sería una nube negra, negrísima. En nuestro imaginario el campo solo trae problemas. Ahora, además, gracias a ‘As bestas’, magnífica película rodada en El Bierzo que tergiversa la historia real en la que se basa, también «terrorismo rural».

Me gustaría preguntarles a mis abuelos, que ya no viven, a sus padres, a los padres de sus padres, qué opinarían de esto. Una familia de labradores del páramo leonés, que trabajaban de sol a sol, con la vista clavada en la tierra, pero también en el cielo y en la naturaleza. Me gustaría decirles, vamos a fundar una brigada antiterrorista rural. Vamos a combatir al terrorismo con palabras. Repetid en alto vuestras historias de vida, sobre las bodas que duraban tres días, sobre los bailes, sobre las representaciones teatrales, sobre los filandones, las locas vendimias y las siestas de agosto en las eras. Sobre la música. Sobre la lengua riquísima. Repetid en alto los nombres de los animales, porque todos tenían nombre y lugar en la familia. Hablad de vuestra sobria educación. De vuestros silencios. No erais gentes miserables, ni explotabais a vuestros animales ni quemabais el monte ni matabais a vuestros vecinos. Y poseíais una sabiduría ancestral tan valiosa como la sapiencia de cineastas, periodistas, políticos o empresarios que nos gobiernan o nos explotan o nos contemplan con suficiencia desde la distancia.
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