10/06/2022
 Actualizado a 10/06/2022
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La sabiduría que inunda el refranero español es infinita y una de esas frases que ha dado lugar obras y comedias, dice que «obras son amores y no buenas razones». Muchos siglos antes, el propio Jesucristo dijo a sus discípulos «Cuidado con los profetas falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis».

Sin embargo, seguimos haciendo caso a falsos profetas que en el siglo XXI se infiltran en la clase política y se dedican a predicar y difundir odio, miedo, falsas promesas o mensajes de supuesta esperanza. Pero por sus frutos los conoceréis.

Analicen el espectro político e intenten abstraerse de la propaganda y de calificativos de quién es más o menos autoritario. Analicen cada una de sus políticas y seguramente se lleven una sorpresa al ser conscientes de quiénes son más propensos a decirle a usted qué tiene que hacer con su vida.

Los partidos más cercanos al liberalismo intentan influir en el comportamiento de los ciudadanos bonificando e incentivando conductas, de manera que sea cada uno, en su libertad individual, el que decida adoptarlas o no, siempre y cuando esas decisiones no afecten a la libertad de los otros.

En cambio, la izquierda, en su concepción colectivista de vida, solo sabe gobernar de una manera, imponiendo, prohibiendo y limitando esas libertades individuales, aumentando el aspecto coercitivo del Estado presente, como no puede ser de otra manera, entre otros, en el Código Penal.

El ordenamiento jurídico que emana del centro derecha, en lo referente a las prohibiciones, suele tener como objetivo buscar la protección específica del individuo y que no se vulneren sus derechos, pero la izquierda busca un supuesto bien común que trasciende a los propios individuos y que suele tener como foco la protección de algo más abstracto y difuso.

Sirva de ejemplo ilustrativo de esta forma de actuar de la izquierda su postura ante el aborto poniendo por encima los supuestos derechos «de la mujer» por encima de los derechos de ese niño en desarrollo, la protección hacia el lobo por un interés animalista por encima de los derechos de los ganaderos de nuestra montaña o la última ocurrencia de sancionar a los establecimientos que tiren comida para combatir el hambre en el mundo, en lugar de concienciar y bonificar a aquellos que gestionen mejor sus excedentes.

La última ocurrencia nos viene de Europa y ha calado hasta en partidos de centro, contagiados por esos objetivos colectivos imprecisos (y seguramente algún interés más ‘terrenal’). En este caso, el manido cambio climático ha servido para que la Unión Europea apruebe nada menos que la prohibición de vender coches de combustión para 2035 (a la vuelta de la esquina) sin entrar a valorar la repercusión para un sector y para la economía de países y miles de familias.

No mucho más allá de 2050, los mismos, prohibirán el uso de baterías y así con todo.
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