05/01/2017
 Actualizado a 07/09/2019
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Llegados a estas alturas del año, cuatro míseros días consumidos, todos hemos tenido tiempo de sobra para hacer las promesas (a la persona amada, a nuestra familia, a nuestros amigos, a nosotros mismos), que sabemos que no vamos a cumplir. Desde dejar de fumar, hacer ejercicio, comer menos, beber aún menos, partir la cara al hijo de puta del jefe que nos tiene hartos de tantas putadas que le hemos tenido que soportar...

Estos son los deseos normales, los que la mayoría queremos cumplir y que no haremos porque somos débiles y nos puede más la golisma del tabaco, de la bebida, de la gula, de la lujuria. Pero no pasa nada; son pecados veniales, nada grave, puesto que nos hacemos daño solamente a nosotros mismos. Luego están los deseos mayestáticos, los deseos ingrávidos como nubes de verano, los deseos que afectan a más gente, a media humanidad. Aquí, en León, tuvimos el ejemplo esclarecedor de ‘la venezolana’, alias José Luis Rodríguez Zapatero. Este buen hombre (por decir algo), deseaba todos los primeros de año la paz en el mundo, la erradicación del cáncer, la justicia social y que los que perdieron a la ruleta rusa en el 36 del pasado siglo resucitasen y la ganasen, como el Cid Campeador, después de muertos. No digo yo que lo de la cura del cáncer y la justicia social fuesen malos deseos; no señor. Pero, por ejemplo, lo de la paz en el mundo, no tiene un pase. Hasta que este planeta se vaya a la porra, seguirán habiendo guerras y matanzas con las excusas más idiotas, pero sobre todo porque los hombres ansían el poder por encima de todo. Una de las muchas veleidades que se le ocurrieron a la ‘miss’ leonesa fue hacer un pacto de civilizaciones. El monaguillo que se buscó para firmar esta idea es, nada menos, que Erdogán el turco, un mal bicho que tiene subyugado al pueblo kurdo a sangre y fuego y que es capaz hasta de inventarse un golpe de estado ‘light’en su país para lograr lo que todos los gobernantes quieren lograr: que nadie de su pueblo le lleve la contraria. ( Amén de apoyar a los yanquis en el estrambótico tema sirio porque el que manda allí no le cae bien). ¿Qué por qué llamo a Zapatero ‘la venezolana’? No es porque esté mediando en el conflicto civil entre el del pajarito que le susurra consignas del comandante Chaves por la noche y la mitad de su pueblo, no. Es porque en el concurso de Miss Universo casi siempre gana una venezolana (la verdad es que están buenísimas), y cuando la coronan y la preguntan que quieren que ocurra en el mundo bajo su reinado de glamour, siempre contestan lo de «la paz en el mundo, la erradicación del hambre y las enfermedades...». Que estos deseos tan delicados los tenga un adolescente es normal. Pero que los tenga un pollo que tiene más de cincuenta tacos es debido, simplemente, a que tiene el síndrome de Peter Pan y esto si que no tiene un pase,más aún si ejerce de presidente del gobierno de España.

Pero no quiero hacer leña del ‘cejitas’, que ya lo hacen otros a la menor oportunidad en todos los medios de comunicación, incluidos los más afines a sus pensamientos. Estamos hablando de lo que esperamos y deseamos del año recién comenzado. Yo, por mi parte, tengo muy pocos porque me he vuelto lo suficientemente cínico para no esperar nada bueno de la vida. Quién me conoce sabe que digo muy a menudo que «los pecados de los padres los heredan los hijos», y es una verdad como la luz bendita de grande. Somos rehenes no solo de nuestros errores sino también de los que han precedido y es una carga demasiado pesada para ser llevada con estoicismo. Por lo que mis anhelos se reducen a cosas tan triviales como que en Vegas abran el nuevo bar ahora que va a cerrar Miguel, que tengamos salud, sobre todo las personas que me importan y que se cuentan con los dedos de las manos, que Trump y Putin se pongan de acuerdo para que este valle de lágrimas no se vaya a tomar por el culo mientras esté vivo, que Dios, cualquier Dios, nos asista al darnos la sensatez necesaria para no ser nosotros los que mandemos todo a tomar por el culo, que no surjan más iluminados porque en el año bisiesto que acabamos de terminar han salido como las setas en otoño, que los que nos mandan, Rajoy y esos, estén de tranqui, que no hagan nada, que se queden inanes todos y cada uno de los días hasta el 31 de diciembre porque muchas veces lo mejor que se puede hacer es no hacer nada, no vaya a ser que de tanto hacer se embrollen y se confundan en sus decisiones...

Como veis, no deseo nada del otro mundo; sólo vivir y que vivan los demás. Es todo.

Salud y anarquía.
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