03/10/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Parece claro que ningún presidente de gobierno de España de las últimas décadas ha tenido que lidiar con una situación tan difícil como la actual. Es difícil de imaginar cómo lo habrían gestionado otros, pero no podrá quejarse el presidente de que le hayan faltado por todas partes consejos y sugerencias, eso sí, de lo más contrapuestos: unos pidiéndole más contundencia, otros más suavidad. De lo que se desprende que es absolutamente imposible complacer a todos. Puede estar completamente seguro de que, hiciera lo que hiciera, le lloverían, como le están lloviendo, críticas por todas partes.

Imagino que será consciente de que incluso entre aquellos que dicen apoyarle los hay que en el fondo de su corazón desean que su gestión sea un fracaso, tanto para que una buena gestión no le permita salir reforzado, como por el deseo de que se vea obligado a dimitir. Unos se rebelan contra su prudencia y otros le acusan de precipitarse y cometer excesos. Mientras que algunos le critican por no aplicar ya el artículo 155, otros, muy significativos, dicen que ni se le ocurra. ¿A quién hacer caso? Se supone que los independentistas tendrían un argumento más para tacharlo de dictador.

Conociendo a nuestros policías y guardias civiles, nos cuesta imaginar que se hubieran atrevido, como lo hicieron los Mossos, a abatir sin más a terroristas desarmados. Habrían recibido grandes críticas. Alguna de las fotos de rostros sangrientos publicadas como si fueran del 1 de Octubre son de manifestaciones de hace años reprimidas por la policía autonómica. No es justo descalificar a nuestros ‘ángeles de la guarda’. En semejantes situaciones no imaginamos a la policía francesa, estadounidense, o inglesa dando besitos al público desobediente.

Son muchos los que deseamos que los golpistas, que tanto daño están haciendo a Cataluña y a España entera, reciban el castigo merecido de acuerdo con la ley, pero también entendemos que es al poder judicial a quien corresponde llevarlo a efecto. No entendemos por qué algunos ven con malos ojos que en un estado de derecho se deje actuar a la Justicia, como se está haciendo de manera impecable.

Confiamos en que la serenidad y cordura del presidente no le permita caer en la trampa de dejarse intimidar por determinados medios y personas que solo desean que España y toda Europa se hundan. Algunos ya le echaron la culpa, junto con el Rey, del atentado de las Ramblas, mientras no se dijo una sola palabra contra los terroristas. Esperemos que ahora Puigdemont y sus acólitos no se vayan de rositas.
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