Angel Fierro: "Me niego a dar a los ladrones razón y ética"

El poeta y escritor leonés ha regresado a la poesía con ‘Diáspora’, que anuncia como su última incursión en el género en el que dio sus primeros pasos literarios en Claraboya. Un precioso libro autobiográfico, íntimo y sincero

Fulgencio Fernández
24/06/2021
 Actualizado a 24/06/2021
El poeta y escritor Ángel Fierro cierra su etapa poética con ‘Diáspora’. | MAURICIO PEÑA
El poeta y escritor Ángel Fierro cierra su etapa poética con ‘Diáspora’. | MAURICIO PEÑA
Ángel Fierro (Cármenes, 1941) es un poeta que ha transitado otros muchos caminos: la prosa, el ensayo etnográfico, la música, el cuento, la recopilación y grabación del cancionero de su comarca de los Argüellos, cuidados volúmenes sobre la historia de pueblos y comarcas de su entorno... pero siempre regresa a la poesía, aquella que estaba en sus inicios en el Grupo Claraboya, con Toño Llamas, Luis Mateo Diez y el fallecido Agustín Delgado. Y de la poesía, en la que dice que va a ser su última incursión, nos viene el último regalo de Fierro, un poemario titulado ‘Diáspora’ que acaba de ver la luz en Eolas Ediciones, a la que el autor califica de «impagable patrona de la recuperación de la memoria y cobijo de múltiples autores leoneses» y en la que el propio autor había publicado en 2018 su ensayo ‘Super flumina’,  una fastuosa edición impresa a todo color, cuyo tema recurrente era la despoblación y el empobrecimiento en las cabeceras de los ríos leoneses, como territorio representativo de ‘la España vaciada’.

– ¿Qué nos cuenta Diáspora?
–Es mi retorno a la poesía con un tema reiteradamente presente en mi escritura: el penoso y quizás irreversible drama de la despoblación y las pérdidas ocasionadas por la misma, en el abandonado mundo rural. El título ya explica el asunto central y lo aclara un poco más la dedicatoria:‘A cuantos me precedieron en la diáspora de la tierra y el cielo’.

El propio Ángel Fierro vivió la diáspora, en su caso en Cataluña, donde vivió varias décadas y compartió tiempo y vivencias con tantos leoneses que hicieron el mismo camino. Pero él habla de la diáspora de la tierra... y el cielo. «La diáspora de la tierra la emprendieron todos cuantos abandonaron su solar de nacimiento, en busca de una ¿más favorable? perspectiva vital. La diáspora del cielo resulta incluso más ominosa, el evocar el reguero de personas a quienes la muerte llamó ‘al otro lado’».Entre los que la muerte llamó al otro lado sin regresar está alguien muy cercano al poeta, su hermano Onofre, a quien dedica la segunda parte del poemario, ‘Desde el Sendero de Veladores’. Onofre  precedió a Ángel en la diáspora de la tierra y del cielo:  emigró a Barcelona antes, pero prematuramente ‘una espina se atravesó en su pecho’, como escribe en un poema, mediante un carcinoma que no pudo superar.– Sendero de Veladores.– Lo explico. Este paraje de altura del ‘Sendero de Veladores’ se ubica al sur de Cármenes, en el pago de ‘Los Collados’ y era el lugar en que se apostaba el Guarda del Monte, para vigilar que los ganados no cometieran infracciones ni pacieran fincas ajenas. Una atalaya, por tanto, para mirar y vigilar, con la perspectiva que da la altura, elevando la visión rastrera de cuantos se acomodan a los dislates de ‘la modernidad’ como panacea de la existencia. Con espíritu crítico y vigilante, mi hermano Onofre y yo nos negamos a dar a los ladrones razón y ética.Este sendero recorrido al lado se su hermano compone la parte central de ‘Diáspora’, que se abre con una poética confesión, ‘Cuanto sé de mí’: «Esta primera parte resulta ser una constatación del camino que emprendieron millones de jóvenes, a partir de la década de los años 70 del pasado siglo, desde el mundo rural hacia las ciudades. Y junto con la constatación del abandono, la certeza de que el tiempo se adelgaza, como hilo de araña y la aceptación de ‘lo que volver tiene de imposible».

- Esto que cuentas lo escribes así en un verso: «la vejez acreció, como trueno que rueda».
- Te lo explico con otros dos versos de un mismo poema:«los ríos viajan sin retorno, como nosotros» y «ningún agua regresa a su memoria».

Y la tercera parte de ‘Diáspora’ es ‘Solo la rosa es cierta’: «Se encamina el poemario hacia una duda razonable, sistemática y clarividente: la constatación de que el regreso no resulta posible, pues ‘ya no estaban los míos ni era la misma luz’.

– ¿Hay esperanza?
– Manifiesto la convicción de que nadie puede salvarnos –y menos los políticos que nos ‘malgobiernan’ desde los tiempos de Viriato–, si la salvación no viene de nosotros mismos, como escribió Constantin Cavafis, en un poema inmortal.

Y lo va escribiendo Fierro con idéntica belleza, escribiendo que «el recuerdo me cercena el meridiano del corazón» y evoca con dolor «la muerte de los padres y las palabras con que vivían». Esta última constatación apela nuevamente a la necesidad de la memoria, ya que «su llamada se sienta y nos espera en la puerta».

La tristeza hecha belleza.  Un poemario íntimo, autobiográfico y probablemente cargado de una nostalgia irredenta, que conviene leer, lentamente, en el espacio abierto que hacen alba y ocaso.
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