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Ángel de la guarda

02/10/2019
 Actualizado a 02/10/2019
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A diferencia de Antonio Vega, que tomó un sendero sin saber que se alejaba para no volver, yo aquí estoy, de nuevo. Cómo sólo han sido poco más de dos meses de ausencia, en lugar de los veinte años que cantaba el tango, vuelvo sin la frente marchita y sin que las nieves del tiempo hayan plateado mi sien, si acaso, algo más deshojada, como los árboles en otoño.

El error y la venganza nos hacen proclives a volver, como la burra al trigo, perniciosamente. Dicen también, que el asesino siempre regresa al lugar del crimen. Yo regreso a estos miércoles sin ánimo de incurrir en ningún tipo delictivo del Código Penal, de faltar a la inteligencia de los lectores ni tampoco de ofender su sensibilidad. Aunque esto último se me antoja más complicado, ya que vivimos tiempos en los que cualquier opinión que no se solape con exactitud a la propia, la tomamos como un ataque personal, merecedor de auto de fe, escarnio y fuego. Como la inmensa mayoría de los mortales nos movemos en el mundo de la ‘doxa’ –opinión–, sin alcanzar nunca el nivel de la ‘episteme’ –conocimiento–, les pido a mis lectores, que antes de arrastrarme a la hoguera, cuando mi opinión no concuerde con la suya, en lugar de condenarme por malvado, me perdonen por ignorante y lo tomen como una oportunidad de rebatirme y de mejorar sus argumentos al contrastarlos.

Dicho esto, de poder volver, a mí me gustaría volver a la infancia, «la verdadera patria del hombre» para Rilke. Concretamente hoy, 2 de octubre, festividad de los Santos Ángeles Custodios, regresar a ese final de cada día, puesto ya el pijama, en el que antes de apagar la luz rezaba: «Ángel de la guarda, dulce compañía, no me dejes solo ni de noche ni de día». Nunca he dejado de sentirme atraído por esta figura, que sigo imaginando con rizos dorados y grandes alas blancas, que vela por cada uno nosotros, nos guarda y protege de males y peligros.

Sentirse protegido es mejor que todas las pastillas que persiguen el sueño. Hoy quiero aprovechar esta columna –que el director de este periódico, contumaz, me ofrece– para felicitar, en este su día, a la Policía Nacional y agradecer su labor y sus desvelos por protegernos y defender de sus enemigos a nuestra sociedad libre y abierta.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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