Secundino Llorente

'Andrá tutto bene'

19/03/2020
 Actualizado a 19/03/2020
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Me veo obligado a cambiar el guion. Llevo tres años opinando sobre temas educativos en este blog. Hoy estamos tan envueltos en la atmósfera del “coronavirus” que me parece fuera de lugar hablar de algo diferente a esta pesadilla en forma de pandemia misteriosa que nos ha metido a todos en casa como enjaulados y tratando de adaptarnos a este retiro forzoso con la duda de saber cuándo nos contagiaremos o si vamos a librarnos. Ha sido difícil el encierro general pero finalmente todos estamos cumpliendo el lema “me quedo en casa”. A mí me gusta más el eslogan italiano “andrá tutto bene”. Ellos nos llevan una ventaja de dos semanas y están tan disgustados como nosotros, pero son más optimistas y piensan que al final de este túnel endiablado “todo irá bien”. Ojalá ellos tengan razón porque los vaticinios y presagios son horribles y espantosos. Nuestro refranero sigue la línea italiana: “no hay mal que por bien no venga” y transmite una visión optimista de la realidad que viene a decir que de una contrariedad se pueden extraer resultados favorables. Precisamente de eso va a tratar mi comentario, de lo que este “bicho” puede cambiar nuestras vidas.

Pienso que la principal aportación del coronavirus en el mundo de la educación ha sido la implantación del teletrabajo. Se anunció el cierre de colegios el 9 de marzo en casi todas las autonomías. Ese mismo día en los privados (y en algunos públicos) los profesores se dedicaron a organizar su trabajo desde casa dando clases por internet. Necesitaban entrenar a sus alumnos en la novedad de educación online. Fue una gran alegría para miles de familias el saber que sus hijos estarían totalmente ocupados en sus casas y siguiendo las clases a distancia con la misma eficacia que si estuvieran en el colegio, con recreos incluidos. Para completar este trabajo “las editoriales EDEBE, ANAYA, SM, McGraw Hill y Smile&Learn lanzaron “Educlan”, una iniciativa que ofrece a las familias españolas recursos educativos de calidad que complementen sus productos de entretenimiento durante el periodo de suspensión de las clases presenciales. Coordinada con el Ministerio de Educación, cuenta con la colaboración desinteresada de las principales editoriales educativas del país que han cedido gratuitamente una selección de sus mejores materiales educativos. Ayer mismo Aula Planeta se unía a este programa dando acceso gratis a su plataforma educativa y ponía a disposición de profesores y alumnos de 5º y 6º de Educación Primaria y de la ESO los currículos oficiales. Es un detalle de generosidad por parte de las editoriales y una gran ayuda para que el profesorado sea capaz de seguir impartiendo clases a sus alumnos a pesar de la prohibición de salir de sus casas y solucionando a los padres el “problemón” de no saber qué hacer tantas horas con sus hijos.

Además, el coronavirus nos ha enseñado a ser conscientes de cosas de las que en nuestra vida normal no lo éramos:

Los hombres, que nos creemos tan importantes, en realidad somos muy frágiles, vulnerables y endebles cuando la naturaleza se sale de sus cauces y echa por tierra nuestro trabajo de décadas. Tengo curiosidad de ver cuándo salimos realmente de esta pandemia, si es que salimos, y cómo quedará nuestro mundo a su paso.

Empezamos a echar de menos tantas cosas sencillas a las que apenas si dábamos importancia como reírnos juntos, brindar en un banquete, abrazarnos en un selfie, tertulias en las terrazas, partidas de cartas o dominó con amigos en el bar, pisar la playa esquivando las olas o asombrarte al entrar en la plaza del Duomo de Florencia.En la soledad de “me quedo en casa” todo parece un sueño imposible. “Dios quiera que la fiesta vuelva pronto a nuestra calle”.

Demasiados cambios en pocos días. Estoy asombrado de que sólo hay infectados o contagiados. En los informativos se habla de presidentes o presidentas, diputados o diputadas, infectados pero no infectadas. ¿Por qué será? ¿Tendrá algo que ver con las connotaciones negativas de la palabra? Ojalá se deba a que sólo en una semana el coronavirus ha logrado borrar esta estupidez, algo que no ha conseguido la Real Academia de la Lengua en diez años luchando por la defensa de sus normas.

Para los que estamos acostumbrados a “no poner un huevo en casa” nos está costando encontrar distracciones, entretenimientos, diversiones o pasatiempos. El recurso más corriente es leer o ver series y películas. Ya estoy cansado de oír siempre en radios y televisiones las mismas noticias y sobre el mismo tema. Juego partidas de dominó en la aplicación FR9 de internet contra italianos o colombianos que también me hablan de su coronavirus. Solitarios, sudokus y puzles para llenar el día. Echo en falta el contacto con los amigos y familiares. Aunque los WhatsApp ayudan mucho y estos días echan humo. Toneladas y toneladas de archivos y mensajes. Por último, a mi hermano se le ocurrió hacer una tertulia cada día por videoconferencia que nos permite mantener reuniones con familiares situados en lugares alejados entre sí de toda España, de Coruña a Valencia o de Tarragona a Madrid. El primer día se burlaban de mí por estar en pijama, ahora voy a la cita en traje y corbata. Posiblemente nunca hubiéramos aprendido a manejar estas nuevas tecnologías si no fuera por el coronavirus. Así van pasando lentamente los días, todavía estamos en el cuarto. El próximo jueves seguiré con “mis impresiones desde la jaula”.Puede ser que en este relato os dé a entender que me he adaptado al estado de alarma. Por favor, no me interpretéis mal, no me encuentro bien porque tengo un cierto respeto a este misterioso contagio y le pido a Dios que se termine pronto y que se cumpla el deseo italiano: “Andrá tutto bene”.
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