Amos del micro

28/03/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Ya se abrió la veda, como si en el templo de Salomón nos encontráramos, los grandes oradores se alzan en su púlpito en pro de la palabra. Es tiempo de gesta, de batallas para conquistar y en algunos casos arañar algunos votos. Nuestro políticos, los amados, los queridos y también los odiados por unos y otros han comenzado la su gira de campaña electoral, en el maletín, un indispensable, el micrófono. Ese aparato con forma fálica que no dudan en acercar a la boca para expulsar todos sus demonios contra el adversario en un derroche alocado por mostrar sus mejores patrañas a base de descalificar. Al final, más de lo mismo, no, esta vez se están superando. Desde la polémica del señor Abascal, a las declaraciones feministas de Iglesias, pasando por aquellos autoproclamados constitucionalistas abanderados españoles. Ni patria, ni gloria gritarán otros tantos. En estos momentos desde que tengo conciencia me encuentro delante de varias definiciones de lo que es ser español. Mi patria, mi bandera, eso si, según la alcen unos u otros. ¡Qué barbaridad madre! El rojo y el amarillo está en decadencia y nuestro querido emblema, nuestra bandera objeto de mercantilismo político y un su uso como marketing para convencer sobre si somos o no buenos españoles. No he visto nunca un pueblo con tal desarraigo como es nuestra España, así lo quieren, genera grandes réditos y en periodo de elecciones aún más. Con un micro en mano y miles de seguidores riendo las gracias y asentando con la cabeza, hasta uno mismo podría sentirse dios, o mejor dicho, falsos dioses que auguran grandes catástrofes a nuestro pueblo si no son elegidos. Ni Nostradamus, ni Madame Blavatsky lo harían mejor, de los cuatro jinetes del Apocalipsis ya ni hablar, ‘pá qué’. Estos políticos nuestros, si, ahora los amos del micro, emulando a Eugenio con grandes dosis de humor, al Dúo Dinámico dedicándonos algunas canciones y la gran expectación ocurre cuando se marcan un baile en plan Lola Flores, ¡vaya arranque! Desgañitan a los cuatro vientos entrando en un trance chamánico que solo ellos entienden con el ánimo de confundir, instantes después, modo Dalai Lama, perdonando la vida en un tono un poco más reparador y conciliador. Un micro da para mucho, creatividad no falta para tener sentados al personal ondeando banderitas y comiéndose el bocata de turno, cortesía de la casa, la bebida que la traigan ellos. Cuántos artistas les gustaría llenar plazas de toros, parques o polideportivos como hacen ellos. ¡Micrófono!
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