Amor y fuga de Álvaro y Beatriz en 2018

"Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". ( Cambie 'dinosaurio' por cualquier otra cosa —por ejemplo: "Cuando despertó, Franco todavía estaba allí"— y verá que el cuento de Monterroso es perfecto). Así comienza mi microrrelato de verano...

Valentín Carrera
30/07/2018
 Actualizado a 19/09/2019
Carrera presentando el microrrelato en las jornadas sobre El Señor de Bembibre.
Carrera presentando el microrrelato en las jornadas sobre El Señor de Bembibre.
¿Recuerdan ustedes la novela El Señor de Bembibre? ¿Recordáis a sus protagonistas? Doña Beatriz Ossorio y Don Álvaro Yáñez; su tío, Don Rodrigo Yáñez, maestre de la Orden del Temple; Saldaña, comendador de Cornatel; Mendo, Millán, la hermosa muchacha Martina; los padres de Beatriz, Don Alonso Ossorio y Doña Blanca de Balboa, Señores de Arganza; y el malvado Don Pedro, Conde de Lemos.

Una historia de amor y ambición, una joven obligada por sus padres a casarse por dinero, luego encerrada en un convento del que huye en brazos de su amado; la Orden del Temple, perseguida también por dinero y poder: una trama de enredos feudales e intereses bastardos, en la que al autor le hubiera gustado un final feliz, pero todo acaba fatal. Muere hasta el apuntador.

Pero, ¿qué pasaría si Enrique Gil y Carrasco regresara hoy mismo desde Berlín -donde sigue enterrado, aunque algunos simulan que está en Villafranca-, …si regresara al Bierzo que tanto quería, tomara de nuevo su pluma, su atormentada letra de poeta quebradizo y reescribiera la historia?
Pido a Enrique Gil que me preste su inspiración y su pluma para contaros cómo podría ser El Señor de Bembibre en el siglo XXI. 

Álvaro sería hoy un joven de veinticinco años, acaba de regresar a casa tras su primera campaña como voluntario en una ong, rescatando náufragos de pateras hundidas en el Mediterráneo. Trae el pelo largo, recogido en una coleta, una extraña cruz roja de seis puntas tatuada en el hombro izquierdo, y en vez de caballo, tiene aparcada a la puerta del Palacio de Bembibre una moto sin tubo de escape, con la que anda de botellón por las callejas de la villa.

Beatriz -rica, joven y agraciada, nos dice el poeta- tendría diecisiete años, pero en 2018 ya no sería tan virgen como en tiempos de Maricastaña: Alvarito, Varo para los amigos, sería el cuarto o quinto amigo con derecho a roce de una lista efímera como las canciones del verano. Nada de vestidos largos hasta los pies: Beatriz viste unos leggins de Zara y una camiseta con la estatua de la libertad estampada, sin nada debajo, quiero decir, sin nada debajo de la camiseta, la alegría de su juventud bailando. Una adolescente rebelde y respondona, con un piercing en el labio inferior que le hace ser aún más atractiva. Un pibón.

Su padre, Don Alonso Ossorio, llegó al Bierzo desde una aldea gallega siendo un modesto albañil y ha conseguido amasar una gran fortuna gracias a la mina, a unas plantas de hormigón y a varias canteras que tiene por la parte de Oencia.

Ahora es un empresario respetado, un nuevo rico que se sienta a la mesa con ministros y consejeros, tiene helicóptero propio y un casoplón con piscina en la mejor finca de Arganza. Le llaman, por eso, el Señor de Arganza. Se ha casado con una más ignorante que él, una tal Blanca, que se hace llamar por el servicio Doña Blanca de Balboa y asiste a las procesiones cargada de pendientes de oro y collares de perlas, como un retablo barroco.

La hija, Beatriz, todo esto lo lleva muy mal, como pueden comprender.
Además de frecuentar ciertos despachos, don Alonso Ossorio tiene un amigo poderoso, don Pedro Fernández de Castro, el Conde de Lemos, a quien todos llaman El Conseguidor. Hábil en el trato, sin escrúpulos para el negocio, ligero de cascos si es preciso contratar un sicario rumano para ajustar cuentas, don Pedro es propietario de molinos de viento en el Redondal, posee acciones en una fábrica de cemento y en dos minas de Tremor cerradas por culpa de Zapatero, tiene cuentas en paraísos fiscales y una bodega a nombre de un testaferro, valedor del abad de Carracedo, a cuyo monasterio hace piadosas limosnas.

Más que amigos, Don Alonso y Don Pedro se dirían socios: el Conde de Lemos ha puesto sus ojos sobre una magnífica finca de los Ossorio en la llanada de Toral de los Vados, a orillas del Cúa, el emplazamiento perfecto para la nueva incineradora de basuras cuyo contrato urde Don Pedro sigilosamente en los pasillos de Tordehumos y Fuensaldaña.

Pero Don Pedro ha puesto también sus ojos sobre otro tesoro de la familia Ossorio: la hermosa y contestataria Beatriz, a quien sus padres no ven manera de meter en cintura y apartar de la mala compañía de Álvaro.

-¡Cualquier día de estos nos va a venir la niña preñada! -grita Doña Blanca por las estancias de Arganza, llevándose las manos al moño emperifollado de laca, laca como para disecar aquel elefante que mató de un certero tiro nuestro amado Rey.

Continuará...
Archivado en
Lo más leído