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Amor justo para sobrevivir

18/09/2022
 Actualizado a 18/09/2022
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Cuando acabó ‘Girasoles silvestres’ me quedé pensando: ¿Qué cantidad de amor es indispensable para vivir? La película de Jaime Rosales en el Festival de Cine de San Sebastián no va de eso, aunque tal vez un poco sí. El caso es que, a poco que empezamos a dar unos pasos por la vida, nos enredamos en el eterno juego de querer y ser queridos.

Podemos sobrevivir sin comer unos días, algo menos sin beber y unos minutos sin respirar. Pero no hay umbrales mínimos de amor, nadie es capaz de decir que por debajo de este nivel te mueres o no es factible seguir adelante. Cada persona tiene sus necesidades y hay quien tira con prácticamente un ‘ingreso mínimo vital’ de afecto, mientras que otros tienen tanto amor para repartir que les desborda y parece que nunca se agota.

Esas diferencias entre los umbrales o niveles de cada uno son las que marcan el ritmo de la existencia. Al final, las cosas del querer no se resuelven con una suma cero. Las pérdidas y las ganancias son imposibles de medir y la felicidad se convierte en devastación con una caída de ojos.

Por eso nos fascinan quienes buscan de manera afanosa alguien a quien querer. Quienes viven en un ansia por darse y por encontrarse en los ojos de otro alguien. Quienes tropiezan de manera constante con piedras absurdas porque, sencillamente, necesitan estar ‘in the mood for love’. Por eso nos fascinan también las personas que sustituyen el amor a los demás por cosas como el trabajo, el dinero, la fama, la lucha… Conocí a mucha gente cuyo mínimo vital era prácticamente inexistente. Alguna, con larguísimas vidas incluso. Movida por motores desconocidos, extraños o feos. Siempre pensé que no llegarían lejos. No me daba cuenta de que hay fuerzas, empezando por el odio, mucho más poderosas para impulsarte.

A esto hay que sumarle la extraña época química que nos ha tocado. Toda esa farmacopea que nos hace preferir estar en el limbo de los sentimientos antes que caer en uno de los baches por los que inevitablemente tienes que pasar en el amor. Como si ya no fuésemos capaces de aguantar los golpes en el corazón y quisiéramos quedarnos flotando en otro lugar. «Me tomo una pastilla y ya no os necesito a los hombres», me contó un músico que le dijo una amiga.

Quizá la cuestión no sea tanto vivir como sobrevivir. Comer porque no queda otra, dormir para que el cuerpo no ‘gripe’ o amar lo justo para seguir produciendo y comprando. Ojalá que no.
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