
Son los de Lala y Raymond, los de Lala y Adrián, Los de Raymond y Elisa, los de Elisa y Esther. Cada relación lleva su parte de amor y su parte de odio. El libro transcurre a través de las voces de Raymond, que escribe un diario, y de Lala, a cuyos pensamientos tiene acceso el lector que deberá interpretar lo que ambos cuentan siendo inevitable posicionarse. Pero esta novela también es una profecía ya que recoge fenómenos políticos y sociales que cuando fue escrita no habían llegado y hoy ya están aquí. Cuando todo pase, quedará la cicatriz, esa palabra que tanto gusta Sanz de utilizar cuando escribe y de las que habla Isaac Rosa en el prólogo de la obra: «Qué es una cicatriz: la inevitable curación de toda herida, pero a la vez las persistencia de su memoria para no olvidar que un día nos hicimos daño».